
En la pared de su casa estaba la fotografía del presidente en turno. Mi abuela tenía esa tradición como si su hogar fuera una oficina de gobierno. Creo que una vez le pregunté el porqué de la foto de ese señor que ni de la familia era, alguna cosa intrascendente me ha de haber dicho porque no recuerdo su contestación. Pero lo que sí recuerdo haber visto es que, como la casa de mi abuela, mucha gente acostumbraba tener la foto de los presidentes como si fuera un santo a quien darle las gracias. A mí nada más me tocó ver colgada la fotografía de López Mateos y luego vino la foto del “trompudo” Díaz Ordaz. Pero no acabó su periodo presidencial sin que mi abuela avergonzada por los acontecimientos lo retirara para siempre.
Sí, dije tlapalería, una palabra híbrida en náhuatl y castellano para designar el lugar donde venden tierras de colores para pintar, tlapalli=color, con la desinencia castellana –ería.
Mis dos hermanas mayores estaban en la preparatoria, mi hermano y otra hermana en la secundaria. Yo era una chamaquita que vivía una niñez almibarada con un pasatiempo favorito: oir discos sencillos de acetato en un pequeño tocadiscos que era de mi propiedad. Los mejores años de mi niñez no fueron ni con amiguitos, ni con juegos, oir música era lo mío. Mi música preferida eran los cantantes italianos y otros más, como Gigliola Cinquetti con Non ho l'eta, Rita Pavonne y recuerdo que me encantaba el Cuore Mato con Little Tony, pero evitaba oir a Charles Aznavour, porque su Venecia sin ti, era el tema del reciente fracaso matrimonial de mis padres. Esos eran mis gustos fresas en esos tiempos. Aunque también absorbía las preferencias musicales de mis hermanas mayores. While my guitar gently weeps de los Beatles, Light my fire y un disco en particular que alguien les dio de regalo, el long play de In a gadda da vida, que venía sin ningún surco de separación. ¡Diecisiete minutos bailando sin cambiar el disco!, creo que sólo me gustaban los primeros 9 minutos, pero ya después, ¡claro que sí!, le fui encontrando el gusto, bienvenida la psicodelia.
Ya que se han quitado todas las asperezas e imperfecciones. Con una piedra de afilar, o piedra de asentar, se sigue el sentido del filo. Lentamente y con cuidado, primero se apoya de un lado, deberá estar ligeramente inclinado. Se desliza hacia un lado y hacia otro del contorno del cuchillo.
Más que en ninguna otra época, ese fue un tiempo en que era un delito ser joven. Mis hermanas lo padecían y yo, como la niña que era, no alcanzaba a entender claramente esos sucesos y qué significaban consignas como “Prohibido prohibir”. Creo haber estado más preocupada en pensar como defenderme de mis compañeras de clase o de cómo conseguir dinero para comprar mis historietas favoritas ,ya que mi madre sólo nos permitía comprar La Pequeña Lulú y el Pato Donald, pero entre mis hermanos y yo llegábamos a comprar como 20 historietas por mes. Y no es que mi familia pertenezca a esa cultura del aquí no pasa nada. La verdad que la Matanza del 68 nos agarró a toda la familia dispersa y con el contagio de los miedos añejos de mi abuela. Mi madre se encontraba viajando con mis hermanos en otro país. Mi padre, feliz, estrenando esposa nueva, dejando a mis dos hermanas mayores y a mí en casa de la abuela por un tiempo. Bien presente tengo la escena cuando mi hermana Emma llegó llorando a la casa y dijo que el ejército había ocupado la Universidad y mi abuela pronunció la palabra que después oí tantas veces, quedándose grabada en mi mente: No te andes juntando con los revoltosos. Pesaban en la memoria de esa anciana otros oprobios posteriores, otros desaparecidos inexplicablemente.
Un cuchillo con poco filo es más peligroso en la cocina que uno bien afilado. Para comprobar que se ha afilado lo suficiente puede hacer una pequeña incisión en una cáscara de tomate, si la desliza sin hacer fuerza ya estará lo suficientemente afilado, si tiene que apoyarse demasiado, siga repitiendo el procedimiento. Estando bien filoso se procederá poco a poco a escarbar en el corazón. Penetrando directo y hacia el punto más prominente donde se logre registrar la vida que llevamos hace años. Si desde Platón, el recuerdo ha sido como una forma de conocimiento, escarbaremos ahí en nuestra propia historia personal de esos hechos.
Después de varios días tensos, llegó el día del mitín en Tlatelolco, Emma quería ir esa tarde pero como mi hermana mayor no la acompañó se quedaron en casa, a unos cuantos kilómetros del lugar. Y sucedió la tragedia, vinieron las versiones hipócritas que dio el gobierno y las que se contaban en voz baja como una interpretación fantasmagórica de lo sucedido. Diez días después se inauguraron las olimpiadas en un país tercermundista y todo estuvo en santa y silenciosa paz. En mi familia, como en muchas otras, siguieron su vida, tratando de aminorar la irracionalidad que se había desatado.
Tenga cuidado con el cuchillo, una cortada no debe ser desatendida, ni tomada a la ligera, procure lavarla bien y luego desinfectarla.
La Era de Acuario, provocó una generación con infinidad de heridas abiertas y así hemos quedado, sin ningún bálsamo reparador que ayude a cerrarlas, ya no son heridas, son úlceras a punto de estallar.