"Porque es nuestro existir, porque es nuestro vivir, porque él camina, porque él se mueve, porque él se alegra, porque él ríe, porque él vive: el Alimento"



Códice Florentino, lib,VI, cap.XVII

viernes, octubre 28, 2011

Aspiraré el humo dulce del copal

 ¿Cómo no recordarlos? ¿Cómo no acompañarlos? ¿Cómo no agasajarlos con lo que más les gustaba?

Ahi está tu cerveza favoria, tus cigarros, no puede faltar los tamales, el atole, el arroz, el mole, los golletes de Xochimilco cubiertos con azúcar color rosa mexicano tan llamativo, habrá que tener cuidado con las hormigas para que no se alboroten en la mesa con tanta comida. No olvidaré la ofrenda para los muertos chiquitos con sus juguetitos y calacas que me gusta coleccionar, además sus dulces de alfeñique.  Sus veladoras y la fruta. Ya busqué el pulque, lo trajeron desde muy lejos, es natural como a ti te gusta. Te hice tus panes de muerto, con su toque de semillas de anis, para que tenga un gusto más ceremonial, más sagrado y el sabor de azahar tan especial. La mesa se llena de color, de gusto, es la ofrenda a tu recuerdo, a tu tradición que me heredaste.





El sincretismo de esta fiesta es lo que más me gusta. Claro, porque es una fiesta, un fiesta de olores y sabores. Aspiraré el humo dulce del copal, lo encontraré mezclado con el aroma de las flores de cempasúchil y la comida. 

¡Qué costumbre tan salvaje esta de enterrar a los muertos!, ¡de matarlos, de aniquilarlos, de borrarlos de la tierra! Es tratarlos alevosamente, es negarles la posibilidad de revivir.


Yo siempre estoy esperando a que los muertos se levanten, que rompan el ataúd y digan alegremente: ¿por qué lloras?

Por eso me sobrecoge el entierro. Aseguran las tapas de la cajan, la introducen, le ponen lajas encima, y luego tierra, tras, tras, tras, paletada tras paletada, terrones, polvo, piedras, apisonando, amacizando, ahí te quedas, de aquí ya no sales.

Me dan risa, luego, las coronas, las flores, el llanto, los besos derramados. Es una burla: ¿para qué lo enterraron?, ¿por qué no lo dejaron fuera hasta secarse, hasta que nos hablaran sus huesos de su muerte? ¿O por qué no quemarlo, o darlo a los animales, o tirarlos a un río?

Había de tener una casa de reposo para los muertos, ventilada, limpia, con música y con agua corriente. Lo menos dos o tres, cada día, se levantarían a vivir.

Jaime Sabines (1926-1999)


25 ¡Que te lloren los habitantes
 de la amplia ciudad,
...los primeros en exaltar tu nombre!
¡Que te lloren los pastores...
que pusieron
en tu boca la cerveza!
...¡Que te lloren..
quienes pusieron
a tus pies la mantequilla!
¡Que te lloren ...
quienes te dieron a gustar
el vino fino!
Gilgamesh (poema babilonio 668 A.C.)


...Desde mis ojos insomnes
mi muerte me está acechando,
me acecha, sí, me enamora
con su ojo lánguido.
¡Anda, putilla del rubor helado,
anda, vámonos al diablo!

José Gorostiza (1901-1973)

¿Y qué vida sería la de un hombre
que no hubiera sentido, por una vez siquiera,
la sensación precisa de la muerte,
y luego su recuerdo,
y luego su nostalgia?

Si la sustancia durable del hombre
no es otra sino el miedo;
y si la vida es un inaplazable
mortal miedo a la muerte,
puesto que ya no puede sentir miedo,
puesto que ya no puede morir,
sólo un muerto, profunda y valerosamente,
puede disponerse a vivir.
Javier Villaurrutia (1903-1950)

Bello compuesto en Laura dividido,
alma inmortal, espíritu glorioso,
¿por qué dejaste cuerpo tan hermoso?
¿Y para qué tal alma has despedido?

Pero ya ha penetrado en mi sentido
que sufres el divorcio riguroso
porque el día final puedas gozoso
volver a ser enteramente unido.

Alza tú, alma dichosa, el presto vuelo,
y de tu hermosa cárcel desatada,
dejando vuelto su arrebol en hielo,
sube a ser de luceros coronada:
que bien es necesario todo el cielo
porque no eches de menos tu morada

Sor Juana Inés de la Cruz (1651-1695)


Yo Netzahualcóyotl lo pregunto:
¿Acaso de veras se vive con raíz en la tierra?
No para siempre en la tierrra:
sólo un poco aquí.
Aunque sea de jade se quiebra,
aunque sea de oro se rompe,
aunque sea plumaje de quetzal se desgarra.
No para siempre en la tierra:
sólo un poco aquí.
Netzahualcóyotl (1402-1472)


Has muerto, en el ardiente amanecer del mundo. Has muerto. Irremediablemente, has muerto. Parada está tu voz, tu sangre en tierra. Has muerto. No lo olvido.


Que tierra crecerá, que no te alce. Que sangre correrá, que no te nombre. Qué voz madurará de nuestros labios. Que no diga tu muerte, tu silencio. El callado dolor de no tenerte.
Oscar Chávez (1935)
















Susurros tras las rejas
 del camposanto...

Que toda la carne es polvo
y sólo un soplo las palabras...

Hasta la lumbre
sólo queda su fantasma.

Fuegos fatuos.

Francisco Segovia (1958)



Acampamos en las tumbas y comemos
lo que nos dejan nuestros muertos.
Lo mismo hacen en el pueblo
y en palacio. El Día de Muertos
cumplimos todos con la ofrenda:
nos comemos las sobras
los unos a los otros.

Francisco Segovia

martes, octubre 18, 2011

Atolito de guayaba



Sobre la mesa un vaso se desmaya, rueda, cae,
al estrellarse contra el piso una galaxia nace.
El universo, Elías Nandino

Atolito de Guayaba

octubre 108
Sobre la mesa de un desportillado jarrito de barro asienta en su interior un espeso atole de guayaba. A sus lados medio kilo de tortillas, un plato con frijoles, sal, dos chiles verdes y nada más.
Ella: mujer de oficio, ama de casa, tubos en la cabeza, brazo tamalero, delantal roído, cuerpo de tinaco desbordado.
Él: pequeño, enjuto, muslos correosos, piel ceniza, albañil de oficio, dientes caídos, pelos en punta, camisa del Cruz Azul deslavada; mirada cansina, adolorida.
Ella: agua en las manos, rumor de trastes, sudor en la frente, ojos de telenovela de las siete.
Él: rugir de tripas, manos temblorosas, dolor de muslos, sueños de pestañas en la mesa.
Ella: suspiro de amor entrecortado, lágrima de manteca, ojos de deseo encendido, viernes de televisor de media tarde.
Él: viernes de mediados de quincena, yeso y cal en los zapatos, esperanza triste del mañana, fastidio de sol que desfallece.
Ella: ¿Qué me ves pendejo?
Él: ¿Yo?... ni quién te pele.
Ella: entonces, ¿qué me ves?
Él: ya te dije que ni te pelo pinche gorda.
Ella: ahora si te la ganaste chaparrito.
Él: estaré manco.
Ella: muy salsa ¿no?
Él: mucho.
Ella: cachetada guajolotera, jalón de pelos, puntapié en la espinilla, sartenazo de teflón en la cabeza.
Él: finta mal empleada, sangre de nariz quebrada, puñetazo blando en las costillas.
Ella: patadas voladoras, codazo artero, huarachazo entre los ojos, lance espectacular desde la mesa.
Él: patadas de ahogado, jalón de pelos, arañazo fallido, mordida de chacal rabioso.
Ella: la de a caballo, quebradora en la cintura, hurracarrana invertida, grito de amazona embravecida.
Él: boca de piso, sangre molida, sofocación repentina, ojo morado, escuálida montura derrotada.
Ella: jadeo triunfante, rasgadura de ropa, ojos de coneja en celo, pesadilla de senos desbordados.
Él: pantalón caído, carne amoratada, creciente excitación furtiva.
Ella: lame, arranca, desgarra, se encobija, pierde el mundo, el corazón, la cordura.
Él: besa, sacude, agita, se embriaga, alucina, se deleita, eyacula.
Ella: ¡Te amo, viejo!
Él: Yo también gordita, yo también.

Edgar Hernández Zepeda

Autor del libro de cuentos: Bajo el ombligo de la luna.
octubre 112

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Atolito de guayaba
octubre 089
¿Que lleva?
Una bolita de masa de maíz
1 1/2  litro de agua aproximadamente
4 guayabas
azúcar al gusto o piloncillo
atole
¿Cómo lo hago?
La masa se deshace en la licuadora con un poco de agua, se vacía en una olla que no pegue el fondo y se agrega el litro de agua. Se pone al fuego sin dejar de mover.
Las guayabas se colocan en el vaso de la licuadora con un poco de agua, una vez molidas se pasan  por una coladera y se mezclan con el atole de masa, se mueve todo el tiempo hasta que se integre y se haga una atole espeso y la masa se cueza. Dependiendo de la cantidad de agua que se le siga poniendo se irá espesando. Agregar el azúcar al gusto, yo le puse medio piloncillo de los grandes.
octubre 110

jueves, octubre 13, 2011

Ingredientes de otoño mezclados con otra voz

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Sólo hay un poco de lluvias frescas, una infusión caliente que cambia de color como tu estado de ánimo y como el clima, también está el paisaje, que puede ser nuestro y también enemigo. Sólo dame un poco de plática y algo nuevo que te pongas para atraerme. Es posible que adquiera el rasgo de un pobre diablo que únicamente habla de comida y piensa en comida, además de resultar patético que a pesar de ese rasgo no tenga mucho para ofrecerte cuando me vienes a visitar, situación que me paraliza y aleja. No me pidas recetas de comida sin que antes te dé un preámbulo sobre los ingredientes y las razones que me llevan a ello. Para el intrascendente mundo masculino y su forma de explicarse el mundo todas estas cosas pasan desapercibidas, pero aprende una cosa: las recetas de cocina no existen. Existe un estado de ánimo, el pulso natural de tus comensales, lo que les gusta, los ingredientes que los animan y, sobre todo, influye el medio: los recursos, lo que tienes a la mano. Mis ideas de juntar ingredientes y su forma de cocinarlos surgen con el insomnio, que por lo general, es cada tercer día, un día duermo mal y al otro pésimo. Sin muchas vueltas de un lado y de otro, porque en mi caso no tengo muchas opciones, sólo puedo dormir del lado izquierdo o boca arriba. Persiste una esperanza en esta época otoñal, lograr dormir mejor gracias a las noches más frescas.
Puedes hacer el procedimiento de este pan, es sin harina, sin mucha grasa ni azúcar, especial para ti que quieres comer comida sana y con pocas calorías. Claro que si lo quieres más dulce, siempre tienes la opción de endulzarlo más.
Para ti, para mí, para nosotros dos.

Infusión de muicle y pan de elote, amaranto, calabaza y avena

¿Qué lleva el pan?
6 elotes molidos
2 tazas de amaranto
3 zanahorias ralladas
1 taza de calabaza spaghetti cocinada al horno por 2 horas ( ingrediente opcional)
1 taza de avena
4 cucharadas de semilla de chía (otro día te platico sobre sus maravillosas virtudes)
2 cucharadas de royal
1 taza de miel de abeja o melaza o miel de maguey
2 cucharaditas de canela
2 huevos
½ taza de aceite de maíz
¿Cómo se hace el pan?
Los huevos se baten en un recipiente, se agrega el amaranto, las zanahorias, la calabaza, avena, chía, royal, miel de abeja, canela, aceite.
IMG_0184Los elotes se muelen en la licuadora a que quede una mezcla martajada, no muy molida, se agregan a la mezcla anterior.
Se puede hornear en un molde individual y luego cortar las porciones individuales, o se pueden hornear en moldes de panquecitos. Todo muy bien engrasado con aceite en aerosol.
Yo los dejé una hora con quince minutos, los dejé bastante dorados para que salieran secos, pues la masa es muy húmeda.
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¿Cómo es una calabaza spaghetti?
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El otoño ha entrado y en los supermercados importan calabazas gringas. Hay una calabazas largas y de color amarillo claro, se llaman spaghetti, porque por dentro tienen mucha hebra fina.
IMG_0214Parecida a un chilacayote pero con menos agua. La puse a cocer en el horno, pinché su cáscara y luego la envolví en papel aluminio, se coció en una hora y quince minutos. La puedo usar para varias cosas, incluso sustituyéndola como si fueran spaghettis, con una buena salsa de jitomate con mucho ajo y chile guajillo para darle sabor, y quedan bastante buenos.
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¿Cómo hago la infusión de muicle?
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El muicle lo puedes comprar con las yerberas en el mercado. Es una planta oriunda de México, se da muy bien en el clima caliente de Cuernavaca, las matas que sembré crecen con rapidez. Antiguamente se usaba para teñir lana y algodón. Tiene un majestuoso color morado. La verdadera etimología es mohuitli, color azul de añil. Tiene propiedades para aliviar cólicos, bajar la fiebre, depurar la sangre y como sedante. Es mi infusión favorita y me gusta agregarle un chorrito de leche, eso incrementa la belleza de su color. Especial aliviar el rumor inquietante en las noches de lluvia.
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domingo, octubre 02, 2011

A nueve meses de distancia

¿Cuánto tiempo se necesita para decir con seguridad ya me acostumbré?
Costumbre, cotidianidad, práctica, rutina. Palabras que en cierta medida se pueden hilvanar con el hilo del aburrimiento, pero si son valoradas con rigor ofrecen tanta seguridad. Extraño esa maldita certeza de la costumbre, en el ir y venir cotidiano para no sentirme ajena, excluida, ave de otro corral, harina de otro costal. Bien dicen que donde uno tiene sus recuerdos está nuestro corazón. Extraño mi ciudad, salir y reconocer los edificios como propios, ser parte de las historias de sus muros, de sus calles, tener el privilegio de penetrar sus recovecos. Lo que más añoro de la ciudad de México es su Centro Histórico, el que recorría de memoria a pie desde que era adolescente. Extraño la bendita planicie de sus calles, no importaban las distancias, podía ir desde San Juan de Letrán hasta Pino Suárez, o desde Mesones a El Carmen. En este lugar, donde ahora vivo, no me invita a caminar; sus calles son tan estrechas, sin banquetas, subidas y bajadas con un sol amargo que castiga y lo hace más pesado. Eso también echo de menos, caminar y caminar.

Sin embargo, me fui, me desligué de esa ciudad de los diablos y del Ángel. Algo pasa cuando uno se va del lugar que quiere tanto, cuando uno deja a los suyos y regresa, la ciudad ya no es la misma, y uno tampoco.
Y se me da que en esas añoranzas de la ciudad de México, pensaba el otro día en sus tacos al pastor, (cuyo principal ingrediente para darle denominación de origen es el sazón que toma la piña dando piruetas en el aire contaminado del Distrito Federal, alquimia indispensable para hacerlos sabrosos) y en su comida callejera, fue así que me puse a hacer pambazos compuestos. Sí, esos pambazos que los embarran de chile, los rellenan de chorizo con papas y luego los sumergen en aceite. Esos pambazos son antecesores de la torta compuesta y su historia comienza en la ciudad de Puebla con sus magníficos panaderos franceses que se instalaron a finales del siglo XVIII. Le llamaban pambazo porque venía de pan-baxo, pan bajo: el pan del pueblo; hecho con harina de calidad inferior, de ahí su nombre: pambazo. Esos pambazos llegaron a la ciudad de México, pero ya sin la costumbre de rociarlos de harina, como estos que son de la ciudad de Puebla.
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Mis pambazos eran famosos entre los amigos de mis hijas, incluso era costumbre que se le hablara a la más allegada para que pasara a degustarlos. Lo que no acostumbro es bañarlos en aceite, sólo le doy una ligera pasada en el sartén a la cubierta con salsa y eso es todo. Tampoco utilizo chorizo normal, yo hago mi propia carne con especias y chiles, le pongo la papa y con eso los relleno. Claro que cuando me pongo mucho más hacendosa hasta el pan de pambazo me pongo a preparar, sin embargo esta vez no tuve ganas y lo compré. Para la próxima será.

Pambazos compuestos

6 pambazos

2 papas cocidas y hechas puré

2 tazas de lechuga picada y desinfectada

2 tazas de “chorizo casero”*

¼ taza de queso añejo rallado

2 cucharadas de aceite para freír las tapas del pambazo

Salsa de tomate verde al gusto

 

Salsa para los pambazos:

4 chiles anchos

2 clavos de olor

3 pimientas gordas

½ pieza de pan blanco del día anterior

¿Cómo lo hago?
Los chiles anchos se desvenan, se remojan y se muelen con clavos, pimientas y el pan dorado en un poco de aceite. En un sartén con una cucharada de aceite se frié y se le agrega un poco de agua, debe quedar una salsa muy espesa. Con esta salsa se embarran los pambazos partidos a la mitad.
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Yo únicamente se la pongo a la parte de arriba del pan y sólo esta mitad se voltea del lado de la salsa para freírse en el aceite. (No es necesario utilizar tanto aceite, ni dejarlos que escurran de grasa). En una mitad del pan se le agrega una capa de papa, queso rallado, y a la otra: chorizo, salsa y por último lechuga con toque de limón.
septiembre 009Al final, se unen las dos mitades y la coloco sobre el sartén caliente por unos segundos antes de servirlos.

Chorizo casero

kilo de carne de cerdo molida

¼ kilo de carne de res molida

4 chiles guajillos

1 chile ancho

1 cebolla grande

5 dientes de ajo

4 cucharadas de vinagre ( yo le puse el jugo de 6 calamondin con todo y cáscara, son super ácidos y les dio un rico sabor)

1 cucharadita de cominos

1 cucharadita de pimienta negra

1 cucharadita de pimienta gorda

4 clavos de olor

1 rajita de canela de 10 cm.

½ cucharadita de cardamomo

Sal al gusto

Un puñito de piñones

¿Cómo lo hago?
En un sartén o comal se tuestan ligeramente las especias sin que se quemen. Los chiles se desvenan, se tuestan y se ponen a hervir. Ya que estén hervidos se muelen en la licuadora con las especias, los ajos y la cebolla. Si utiliza vinagre este es el momento de agregarlo, o los calamondines, también se puede usar naranja agria. La salsa se cuela sobre un recipiente. Allí mismo se mezcla la carne y los piñones. Se deja reposar desde la víspera en el refrigerador en un recipiente con tapa y al día siguiente se fríe con dos cucharadas de aceite.
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