Acúsome entonces que yo soy de las personas que acumula objetos. Tengo un montón de “mugres”, para la mayoría de la gente que me conoce podría pensar que solamente es “puro tilichero”. Tal vez por esa razón yo no me considero “coleccionista”, más bien podría decir que guardo ciertos objetos que por su sencillez pasan desapercibidos para los demás y que para mí representan un pedazo entrañable de mi vida. De esa forma conservo tantas cosas.
Es así que mis plantas raras, mis juguetes artesanales, mis libros y mis historietas van por delante cuando tengo una mudanza. Apegos, le podría llamar cualquiera que me juzgue, para mí son artículos indispensables.
Conservo, desde niña, una gran cantidad de historietas de la “Familia Burrón”, del estupendo “monero” don Gabriel Vargas, que acaba de fallecer el día de ayer. Gabriel Vargas mantuvo durante más de 60 años la publicación de la Familia Burrón con distintas editoriales. Cabe decir que las mejores historias de la Familia Burrón se editaron en los años 50´s, 60´s y 70´s, comparándolas con las más recientes. Me atrevo a afirmar esto porque conservo varias de esas publicaciones y puedo decirlo tan sólo por el número de carcajadas que me sacan cada una de sus páginas. Además que el tamaño de la historieta fue cambiando, esas ediciones “incunables” que atesoro de antes de los años 70´s, son unas historietas “gordas” de más de 70 páginas y con una picardía genial de su principal personaje:
Doña Borola Tacuche de Burrón.
Este es mi personaje más querido. Una mujer que ingenia y pone sabor a la vida miserable y opaca que le ofrece su esposo, Regino, un peluquero de barrio. Borola es astuta, taimada, peleonera, mentirosa, bailadora y nunca va acostumbrarse a vivir con calma su destino. Es de ahí donde Gabriel Vargas sacó materia prima para continuar tantos años publicando una historieta, que por la trama y las características de sus personajes se convierte, como él mismo lo afirmaba, en una historieta más mexicana que el mole. En ella se ve reflejada la idiosincracia de los mexicanos y en especial de los habitantes de la ciudad de México.
Recordando a algunos de sus personajes:
Borola, Regino, Foforito, Macuca, Regino chico “El Tejocote”, Ruperto, Cristeta, Susano Cantarranas, Avelino Pilongano, Doña Gamusita, La divina Chuy, Boba Licona, Bella Bellota, Robertino, Don Quirino, Don Juanon Teporochas, Don Briagoberto Memelas, Floro Tinoco “El tractor”, El conde Satán Carroña, Cadaverina, Kakiko Kukufate, Wilson (el perrito de los Burrón), Alubia Salpicón, Sinfónico Fonseca, Isidro Cotorrón, Don Pánfilo. Era todo un ingenio tan sólo el nombre de sus personajes, sobre todo de los incidentales que aparecían en un solo capítulo.
Las aventuras que Borola Tacuche iban desde vender gatos por conejos para alimentar a su vecinas de la vecindad, hasta realizar su propio tren subterraneo y llegar a La Merced por víveres. Además de capítulos que cruzaban la frontera de una complicada historia surrealista, como dejarse quitar el esqueleto por temor a andar cargando encima con “La calaca”. Imposible olvidar la manera que tenía para formar sus albóndigas sobre el suelo y de ahí a la olla hirviendo, o los “cigarros” que se hacía de papel periódico, yo creo que por imitarla a hacerlos me quité la tentación de ser una fumadora, sabían horrible. Lo que más imitaba en mi niñez era la forma peculiar de hablar de sus personajes. Fuimos generaciones que nos enorgullecíamos de esa habla costumbrista.
Por guardar estas “historias chipocludas” de la Familia Burrón mis hijas las disfrutaron y conocieron, yo espero que al menos sigan siendo reeditadas la colección de estos en Editorial Purrúa, lástima que en esta colección sólo tengan las ediciones más recientes de don Gabriel Vargas, que publicó con su propia casa editorial G.G.
En el Museo del Estanquillo, de Carlos Monsivaís, hace unos años hubo una exposición de la Familia Burrón y de don Gabriel Vargas. Tenía varias portadas originales de La familia Burrón. Además de un dibujo que el propio Vargas había hecho para un concurso escolar en la primaria. El concurso era para representar la vida cotidiana en la ciudad de México. Ya desde ahí se podía apreciar lo buen dibujante que ya era y la manera de plasmar lo más típico de los mexicanos. Yo saqué fotografías de esa exposición, y por suerte las encontré por fin para publicarlas acá.
Gloria y alegría a quién hizo de mi infancia una estación feliz. Descanse en paz don Gabriel Vargas.