Asquerosos absténganse
Desde hace ya varios años, yo sabía de la existencia del Festival Gastronómico de Santiago de Anaya, que es una pequeña población del Valle del Mezquital en Hidalgo. Una de las zonas más pobres del país con una austera vegetación. Este festival que comenzó desde hace veinte años es un verdadero fenómeno cultural, ya que se ven reunidas las interpretaciones culinarias de la cultura de casi mil mujeres, todas oriundas de las veintiocho municipios de la zona. Es un pequeño ejemplo de lo que eran las comidas prehispánicas, -aunque hubo algunos platillos que tenían un claro mestizaje, imposible de evitar- carne de animales silvestres, flores, insectos y vegetales típicos de la región.
Llegamos a Santiago de Anaya en la euforia del hambre, peleándome por llegar lo antes posible con algunos amigos que invité y a mi familia. Así que después de 1 hora 40 minutos de camino por fin llegamos, yo estaba feliz. Nos encontramos un auditorio con mesas y alrededor a cientos de mujeres sentadas con sus ollitas de barro ofreciendo el platillo con el que iban a concursar. Pero el hambre seguía contenida. ¿Por qué? Porque no podíamos comer de esos inimaginables guisados, había que esperar a que el jurado los probara y ya después de una hora y media dejarían a los babeantes y gorrones comensales a degustar cada uno.
Como nadie de los que íbamos era miembro del jurado, ni veníamos del gobierno del estado como nos preguntó un policía, nos fuimos con nuestra hambre afuera del auditorio. Allí se habían instalado puestos de comida, tal vez no tan sabrosa como la del auditorio, pero igual de disfrutable. Probé por primera vez el famoso tlacuache mexicano, único marsupial de América. Estaba preparado en un adobo, también había ardilla con una salsa de guajillo y nopalitos y mole de zorrillo. La verdad no me parecieron muy sabrosos, así que me fui a comer insectos, había unos bichos que ya había visto el año pasado en Actopan, pero esa vez estaban enormes y vivos, ahora verlos en un sopecito con una deliciosa salsita me parecían menos agresivos y más apetitosos. Esos se llaman Shamues o Xagues (lo siento, no sé ñañu) y según me explicaron son chinches de los mezquites. Esas chinchitas estaban sabrosísimas lo mismo que la salsa. También probé un tamal de frijol molido con guajillo, mientras miraba con asombro un pequeño animalito que me dio mucha pena. Dado mi amor por todo animalito que parezca lagartija, yacaré o iguanita, me abstuve de probar un platillo de xincoyote o chincoyote que estaba relleno de escamoles.
Luego nos fuimos a otro de los muchos puestos a comer escamoles, me los comí guisados en un caldo de salsa con nopales (demasiado chile esconde su sabor tan sutil) y luego pedí otros en mantequilla con hierbabuena. Había ahí una salsita de xoconostles para echarle al taco, buenísima. También probé el agua de xoconostle. Como ya conocía el garambullo y los gualumbos (flores de maguey) en múltiples formas, no lo comí, pero si le metí el diente al sope de Gonzalo con flor de palma y sábilas. También por supuesto no podía faltar el pulque y la barbacoa, preferí lo primero a lo segundo. Barbacoa hasta atrás de mi casa venden, en cambio el tlachicotón no lo encuentro donde quiera.
Realmente el maguey es el caballo del desierto, el árbol de las maravillas, una bendición que da la tierra, pues se obtiene cantidad de cosas con él: alimento, bebida, vestido, casa y hasta muebles como el banquito en donde me senté a tomar pulque, que estaban hechos con los tallos del quiote, ¡sorprendente!.
También había muchas artesanías con fibra de ixtle y cepillos de lechugilla (otra clase de maguey). Mermeladas y pasteles de xoconostle y nopal.
Como buenos mexicanos, que nuestras costumbres las incorporamos a la comida extranjera que adoptamos, puede ver que así como hacen sushi de aguacate, del mismo modo había pizzas de flor de garambullo, de gualumbos, y hasta pizza de escamoles. No pos sí.
Nos enteramos por el altavoz -que de verdad estaba alto y ensordecedor- que ya iban abrir la degustación para todo público, así que todos los curiosos caminamos por los pasillos aventurándonos a probar los asombros al paladar que cada mujer ofrecía. Como eran tantas, sólo nos fuimos por los más extraños guisados para probar. Entre ellos: tamal de caracoles y escamoles en penca de maguey, alberjones con nopalitos y salsa morita, crema de flor de garambullo y escamoles, unas humildes tortitas de cilantro, pero no por eso menos deliciosas. La ganadora para mí, asómbrense: frijoles quebrados con chicharras y escamoles que yo premié con halagos y preguntas a la autora por tan original platillo, las chicharras eran larvas, parecían como cascabeles de serpiente, viscosas pero sabrosas, mmmh.
Mencionaron a las finalistas y luego a los cuatro últimos lugares, también hubo premios de postres, así quedaron:
4° Dulce de mezquite.
3° Palanquitas de piñon con nuez y aguamiel
2° Tortas de candon. ¿??
1° Gelatina de xoconostle
Guisados:
4° Calabaza en guajillo – le dieron un horno eléctrico
3° Cucharilla con escamoles horneados -una lavadora y una licuadora
2° Mixotes de escamoles con chícharos de encinos. –una tele
1° Tlacoache ahogado en nuez –un refrigerador
Este festival se lleva a cabo cada año, el primer sábado de abril y al día siguiente hay festival de curados de pulque, ese si me abstengo por salvaguardar mi integridad.
¿Qué se necesita para ser jurado? Primero conocer bien la flora y fauna de la región. Segundo RESPETO. ¿Por qué? Porque cuando te digan las señoras que lo que te vas a comer es un molito de zorrillo, o unas chicharas en adobo, no vas a poner tu carota de “gúacala, fuchi, que asco”. La verdad es una experiencia de admiración ver el orden, la disciplina, la sencillez y la sabiduría de estas mil mujeres.
Las fotos las sacó mi hija Mariana. Gracias
Una vendedora con flores de garambullo y gualumbos
Vista del auditorio con las participantes
Bancos de quiotes de maguey
Larvas de chicharras, escamoles y flores de garambullo
¡Saluud!
La autora del platillo de chicharras

Chicharras y escamoles en salsa de frijol quebrado