¿Cómo no recordarlos? ¿Cómo no acompañarlos? ¿Cómo no agasajarlos con lo que más les gustaba?
Ahi está tu cerveza favoria, tus cigarros, no puede faltar los tamales, el atole, el arroz, el mole, los golletes de Xochimilco cubiertos con azúcar color rosa mexicano tan llamativo, habrá que tener cuidado con las hormigas para que no se alboroten en la mesa con tanta comida. No olvidaré la ofrenda para los muertos chiquitos con sus juguetitos y calacas que me gusta coleccionar, además sus dulces de alfeñique. Sus veladoras y la fruta. Ya busqué el pulque, lo trajeron desde muy lejos, es natural como a ti te gusta. Te hice tus panes de muerto, con su toque de semillas de anis, para que tenga un gusto más ceremonial, más sagrado y el sabor de azahar tan especial. La mesa se llena de color, de gusto, es la ofrenda a tu recuerdo, a tu tradición que me heredaste.
El sincretismo de esta fiesta es lo que más me gusta. Claro, porque es una fiesta, un fiesta de olores y sabores. Aspiraré el humo dulce del copal, lo encontraré mezclado con el aroma de las flores de cempasúchil y la comida.
¡Qué costumbre tan salvaje esta de enterrar a los muertos!, ¡de matarlos, de aniquilarlos, de borrarlos de la tierra! Es tratarlos alevosamente, es negarles la posibilidad de revivir.
Yo siempre estoy esperando a que los muertos se levanten, que rompan el ataúd y digan alegremente: ¿por qué lloras?
Por eso me sobrecoge el entierro. Aseguran las tapas de la cajan, la introducen, le ponen lajas encima, y luego tierra, tras, tras, tras, paletada tras paletada, terrones, polvo, piedras, apisonando, amacizando, ahí te quedas, de aquí ya no sales.
Me dan risa, luego, las coronas, las flores, el llanto, los besos derramados. Es una burla: ¿para qué lo enterraron?, ¿por qué no lo dejaron fuera hasta secarse, hasta que nos hablaran sus huesos de su muerte? ¿O por qué no quemarlo, o darlo a los animales, o tirarlos a un río?
Había de tener una casa de reposo para los muertos, ventilada, limpia, con música y con agua corriente. Lo menos dos o tres, cada día, se levantarían a vivir.
Jaime Sabines (1926-1999)
25 ¡Que te lloren los habitantes
de la amplia ciudad,
...los primeros en exaltar tu nombre!
¡Que te lloren los pastores...
que pusieron
en tu boca la cerveza!
...¡Que te lloren..
quienes pusieron
a tus pies la mantequilla!
¡Que te lloren ...
quienes te dieron a gustar
el vino fino!
Gilgamesh (poema babilonio 668 A.C.)
...Desde mis ojos insomnes
mi muerte me está acechando,
me acecha, sí, me enamora
con su ojo lánguido.
¡Anda, putilla del rubor helado,
anda, vámonos al diablo!
José Gorostiza (1901-1973)
¿Y qué vida sería la de un hombre
que no hubiera sentido, por una vez siquiera,
la sensación precisa de la muerte,
y luego su recuerdo,
y luego su nostalgia?
Si la sustancia durable del hombre
no es otra sino el miedo;
y si la vida es un inaplazable
mortal miedo a la muerte,
puesto que ya no puede sentir miedo,
puesto que ya no puede morir,
sólo un muerto, profunda y valerosamente,
puede disponerse a vivir.
Javier Villaurrutia (1903-1950)
Bello compuesto en Laura dividido,
alma inmortal, espíritu glorioso,
¿por qué dejaste cuerpo tan hermoso?
¿Y para qué tal alma has despedido?
Pero ya ha penetrado en mi sentido
que sufres el divorcio riguroso
porque el día final puedas gozoso
volver a ser enteramente unido.
Alza tú, alma dichosa, el presto vuelo,
y de tu hermosa cárcel desatada,
dejando vuelto su arrebol en hielo,
sube a ser de luceros coronada:
que bien es necesario todo el cielo
porque no eches de menos tu morada
Sor Juana Inés de la Cruz (1651-1695)
Yo Netzahualcóyotl lo pregunto:
¿Acaso de veras se vive con raíz en la tierra?
No para siempre en la tierrra:
sólo un poco aquí.
Aunque sea de jade se quiebra,
aunque sea de oro se rompe,
aunque sea plumaje de quetzal se desgarra.
No para siempre en la tierra:
sólo un poco aquí.
Netzahualcóyotl (1402-1472)
Has muerto, en el ardiente amanecer del mundo. Has muerto. Irremediablemente, has muerto. Parada está tu voz, tu sangre en tierra. Has muerto. No lo olvido.
Que tierra crecerá, que no te alce. Que sangre correrá, que no te nombre. Qué voz madurará de nuestros labios. Que no diga tu muerte, tu silencio. El callado dolor de no tenerte.
Oscar Chávez (1935)
Susurros tras las rejas
del camposanto...
Que toda la carne es polvo
y sólo un soplo las palabras...
Hasta la lumbre
sólo queda su fantasma.
Fuegos fatuos.
Francisco Segovia (1958)
Acampamos en las tumbas y comemos
lo que nos dejan nuestros muertos.
Lo mismo hacen en el pueblo
y en palacio. El Día de Muertos
cumplimos todos con la ofrenda:
nos comemos las sobras
los unos a los otros.
Francisco Segovia