Y yo me siento atrapada en mi cuerpo, la fatiga me abriga desde el cuello a la planta de los pies. Ahh, mis pies, esos pies de inquietud que ahora se revelan a sostenerme, que me martirizan con dolor. Con ellos me sentía tan dignamente representada del género humano. Ahora mis pies son los que pagan la deuda de ser un simio erguido, al tener una columna tan larga. Las evoluciones no se equivocan, de mi espalda ya no cuelga una cola, pero sí el tiempo ha hecho que los arcos del pie se derrumben, en esta época de desastres uno más que suceda por mi cuerpo no es noticia.
Bailar, se ha vuelto una palabra de significado extraño, caminar a menos que sea con cuatro ruedas por delante podría hacer cualquier cita, y lejos muy lejos quedaron mis partidos de básquetbol, las carreras de relevos de atletismo. Tengo dos semanas que no me aparezco por el gimnasio. Mis pies me lo impiden, cuando contemplo su desnudez, aparentemente el arco está ahí, su curva es linda y elegante, pero la gravedad y mi peso lo aplastan y lo vencen.
Dichosos los calamares que no tienen pies, no tienen huesos, sólo ese enigmático esqueleto de celofán en forma de pluma que me impresiona muchísimo.
Los calamares reposan congelados, pero limpiarlos me da flojera, lo pienso, lo vuelvo a pensar, el calor de la cocina y el dolor de mi pies es más fuerte que el deseo por comer. Hoy ayuno…la monumental flojera fue más fuerte que mi apetito.
1 comentario:
Carmen me encantó el texto, describes siempre tan completo todo que mis pies me dolian tambien al leerte.....a mi me gustan los calamares fritos...eso es muy cutre??? y me gusta más que son super baratos....
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