¿De qué color es la espalda del dios que camina
por las veredas pegajosas del mercado?
¿En la nuca del dios hay
un tiempo distinto de los años que en su rostro
sin arrugas contemplamos?
No respondas ninguna pregunta
que no lleve angustia a los huesos endurecidos de tu frente.
No
contestes a las respiraciones con que el aire corroe sin prisa
los ladrillos las maderas los metales las cortinas
de tu casa en el hoy de este ayer.
Pregunta solamente con la voz de un loco
que entierra su lengua en los sombríos sonidos
de su silencio solitario.
Vuelve a preguntar por el cotidiano verbo
de todos los habitantes de esta ciudad
maldecida por el polvo.
Repite tus sílabas cuenta las letras las frases
los recursos del idioma que cambia contigo
al transformarte.
Y entrega ofrece abandona así
Las rasgadas razones que tu dolido paladar jamás podrá
explicarle a ninguno ni a nadie.
¿Cuántas dimensiones tiene
el dios que transita por las cobijas del burdel
o los escupidos escalones del estadio
o los pisoteados coágulos de las carnicerías?
¿Cuanta luz
contienen las sórdidas señales que el dios utiliza
para abrir los caminos como lenguas de inusual dragón
o de quieta serpiente?
Tampoco respondas cuando sean tus encías
esclavas pasajeras de la verdad:
cuando la ácida memoria de un objeto similar
a un corazón contamine las indefensas gestiones
de tu boca.
No quieras responder: destruye ese deseo
desesperado de bicho soledoso que te lleva a descubrir
a eructar a masticar a regurgitar a oscurecer las palabras
que son nada más que fantasmas del dios.
Retírate de tu respuesta
como un vientre que no quiere
contigo unificarse:
apártate de la fuerza del fuego
que se nutre de las babas y las basuras
y las banalidades de esas de esas criaturas extranjeras
que todavía no saben ni defecar ni respirar
ni construirse
como los altos animales que son partículas
de las iluminaciones del dios en otros mundos.
¿A qué
huele la entrepierna del dios?
¿Huele a hembra desvelada
y actuante? ¿a macho calcinado y hacedor?
Aléjate de toda
respuesta: que la pulsión del sueño se descomponga
en tu frente. Que la arena salobre penetre en tus ojos
y la gastada espuma del amor
ciegue tu boca:
Así callaras como ahora
entre invisibles papeles
indecibles pausas
invencibles palabras.
Saúl Ibargoyen
poeta uruguayo-mexicanode Poeta Semi-Automático
Universidad de Guanajuato
3 comentarios:
Una joya al pie del Cerro de la Silla, sin duda. Es un halago para nuestro país que escritores de la calidad de Ibargoyen o Vallejo (me refiero a Fernando) nos miren como una segunda patria. México es también todas y todos ellos; sin nuestr@s herman@s l@s repúblican@s españolxs, sin nuestr@s herman@s del Cono Sur que llegaron a estas tierras escapando de las dictaduras militares en sus países; sin tantas y tantos otros, México no sería, no me queda duda de ello, tan grande como ahora lo es.
Gracias por el poema (en http://www.palabravirtual.com/ pueden encontrarse textos inclusive leídos por el mismo Ibargoyen), y gracias también por la visita.
Que estilo!!! no lo conocía
Me dejaste pensando sobre ese dios... hay tantas preguntas que aún no tienen respuestas... ya me cansé de formularlas.
Gracias por tus letras :)
Te he visto en algunos bloggs que visito.
Saludos
Publicar un comentario