"Porque es nuestro existir, porque es nuestro vivir, porque él camina, porque él se mueve, porque él se alegra, porque él ríe, porque él vive: el Alimento"



Códice Florentino, lib,VI, cap.XVII

lunes, junio 12, 2006

¿Qué es lo que falta que la ventura falta?



En el boletín que manda Luis Pescetti viene este fragmento de un texto, me conmovió, porque últimamente yo me siento como este niño Jimmy al que no le salen las cosas.

Aquí pego este comentario. Léanlo, si se sienten tristes con el fracaso.

Sobre el fracaso

En el programa de radio leí un fragmento de El hombre del Techo, una hermosa novela juvenil de Jules Feiffer (Ed. Anaya).

Jimmy es un niño al que le encanta dibujar historietas, pero tiene un problema: no le salen bien las manos de sus personajes. Lester es su tío, quien llevaba años de fracasar intentando escribir comedias musicales. El tío Lester, "fracasado" de la familia, acaba de lograr un éxito en Brodway y conversa con Jimmy mientras revisa los dibujos de éste.
Luis
(Continuamos debajo del texto)


(…)

-No sabes dibujar manos-el tío Lester se encogió de hombros-. Hasta Robótica no fui capaz de escribir una canción de amor. Durante doce años, doce años, fui capaz de escribir cualquier tipo de canción, cualquiera, pero no una buena canción de amor- El tío Lester parecía compungido-. ¿De qué vale un árbol sin hojas?¿De qué vale el cielo sin estrellas? ¿De qué vale un musical de Broadway sin una canción de amor?

-¡Pero has escrito una canción de amor genial!- Exclamó Jimmy, y cantó los primero compases de Estoy sintiendo demasiadas cosas, demasiado de prisa, demasiado pronto.

-Para ti es fácil cantarlo- Dijo el tío Lester-Pero yo luché, fracasé, luché, fracasé. Doce años- Asintió una y otra vez, como si estuviera contándolos- Y de repente, me desperté una mañana, me senté en el piano -Chasqueó los dedos- y en cinco minutos había escrito mi canción de amor.

Jimmy no acababa de entenderlo.

-¿Pero cómo?

-Esa es la respuesta- dijo tío Lester, como si esa fuera la respuesta-. Algunas canciones son canciones de diez minutos- continuó-. Sólo tarda uno diez minutos en escribirlas. Algunas canciones requieren veinte o treinta minutos. Otras canciones resultan ser canciones de dos días, o de dos semanas. Mi canción de amor resultó ser una canción de doce años.

-Ah, ya entiendo -dijo Jimmy, que no entendía nada.

-No se puede escribir una buena canción hasta que está lista. A veces, demasiado a menudo, el modo de que llegue a serlo es escribir un montón de canciones malas, lo que la gente llama “fracasos”. “Fracasos”- repetía, levantando el labio-. ¡Já! Cada “fracaso” es una pieza de la suerte futura. Porque te acerca un poco más al momento en que estas listo. Fracasar, fracasar un poco más, y fracasar de nuevo y duplicar el fracaso, cuadruplicarlo. Fracasar hasta el punto que nadie cree que puedas hacer otra cosa…

-Lester hizo una pausa -Pero eso no es lo que tú crees.

-¿No lo es?-Dijo Jimmy.

-Porque sabes que más allá…,más allá de toda duda- continuó el tío Lester como si hubiera pensado mucho sobre el tema del fracaso, ¿y por qué no?- el fracaso es como el patito feo.

Jimmy siempre había creído que el fracaso era una enfermedad incurable, un túnel lóbrego del que uno no salía nunca, pero ni en un millón de años se le habría ocurrido pensar en que el fracaso era como el patito feo.

-No se llega a ser un precioso cisne por accidente- dijo el tío Lester-. El único modo de ser un hermoso cisne es empezar siendo un patito feo. Y acabas superándolo.
Esta vez Jimmy lo comprendió.

-¿Cómo las orugas, que se convierten en mariposas?

-¡Exactamente!- dijo tío Lester.

-¡Como aprender a andar antes de poder correr!

-¡Muy bien! -le vitoreó el tío Lester.

- Es decir, que, si quiero aprender a dibujar bien las manos, tendré que dibujar mal, terriblemente mal, cien, quizá mil, quizá diez mil manos.

-Yo mismo no podría haberlo expresado mejor- y rodeó a Jimmy con un brazo, acercándolo a él-. En fin, ¿qué…,qué…, qué me dices?

Jimmy no dijo nada. ¿Qué se suponía que tenía que decir? El tío Lester le había enseñado que fracasar era bueno. ¿Bueno? ¡El fracaso era horrible! Todo lo que había aprendido en su vida le decía que tío Lester no sabía de que estaba hablando. Pero evidentemente eso no podía ser. Si el tío Lester no era una autoridad sobre el fracaso, ¿quién lo era?
¿Pero como era posible que algo que te hacía sentir tan mal fuera bueno para uno?
Entonces Jimmy recordó el resto de lo que le había dicho.
El fracaso sólo era bueno si te lo tomabas como si no fuera fracaso, sino algo normal. Si te lo tomaras como si no demostrara lo inútil, lo perdedor que eras.
¿Era normal el fracaso? ¿El Fracaso era normal? Jimmy no podía creérselo ni por un instante. Pero entonces recordó la parte más difícil: el fracaso sólo funcionaba si seguías adelante, y adelante, y adelante; sin importar el numero de veces que fracasaras; no podías darte por vencido. Y ahí estaba el problema. Porque en el fondo de su corazón, Jimmy sabía que quería darse por vencido.
(…)

(fragmento de “El hombre del Techo”, de Jules Feiffer, Ed. Anaya)



Al compartir este texto no pretendo una versión "final feliz" sobre lo que el fracaso puede significar en nuestras vidas. Buena parte de la novela es una interesante reflexión sobre este tema, y este fragmento es un muy buen punto de partida para pensar otros significados posibles de un fracaso.

En una época y una cultura en las que se premia el éxito de una manera tan excluyente, casi sin crítica, esta reflexión es más que necesaria.
"¿Qué es lo que falta que la aventura falta?" se pregunta José Martí en un poema. Así podemos preguntar qué falta cuando falta el fracaso.
Qué falta cuando no encontramos nuestros propios límites. Es decir: cuando no los conocemos o no los admitimos.
Cuáles son las consecuencias en una persona cuando no tolera un fracaso.
Cuáles son las consecuencias de un éxito temprano en una carrera.
¿Cuáles son las relaciones entre el éxito y la aventura humana? ¿Y entre el fracaso y la aventura humana?
¿Todos los éxitos son buenos? ¿Todos los fracasos son malos?
Podemos fracasar como padres, como hijos, en el trabajo, en el amor. ¿En qué fracasamos si no fracasamos nunca?
A veces no nos atrevemos a tocar un tema por miedo a no tener respuestas. No siempre son necesarias, recuerden que donde se acaben las respuestas siempre podrán seguir si hacen buenas preguntas.
Y cuando éstas también se agoten podrán decir: "Hasta aquí llegamos hoy".
Hun havraso
Luis


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