"Porque es nuestro existir, porque es nuestro vivir, porque él camina, porque él se mueve, porque él se alegra, porque él ríe, porque él vive: el Alimento"



Códice Florentino, lib,VI, cap.XVII

viernes, mayo 26, 2006

Cuando el cuerpo nos cobre la factura



Dice un amigo, que el cuerpo cobra sus cuotas, porque ha entrado en el club de los hipertensos. Fue un trabajo duro y constante, abasteció su panza de los mejores tacos: de carnitas, cabeza, pastor, suadero, barbacoa, guisados, de canasta. Esto lo ha llevado a una situación sin alegría por la vida, y la verdad no es para menos, eso de despertarse un domingo sin la ilusión de desayunarse una buena pancita con sus sopes fritos en manteca y un gran jarrón de atole es de lo más deprimente. Ahora los triglicéridos y el colesterol son sus principales enemigos a enfrentar. Pasa por la opción verde oscuro en su plato, sin pan, sin tortillas, o por la opción de hacerle caso a los mequetrefes que ponderan un licuado revitalizante con pasas, almendradas, zanahoria, betabel, gajos de naranja, perejil, semilla de linaza, y demás patrañas disque naturistas como “hierba del sapo” para bajar los niveles de colesterol en la sangre.

¿Qué hacer cuando ya está uno en esto?
Tomar un curso de cocina para aprender a comer. Lo siento no conozco otra. Yo lo vivo todos los días cuando cocino para Gonzalo, tengo que confesar que también mi manera de guisar se ha vuelto triste y aburrida. No todos los días hago francachelas, saraos, comilonas y excesos. Desde hace tiempo tengo que cocinar al menos tres veces a la semana pescado, arroz integral al vapor, una ensalada austera de preferencia verduras al vapor, con un aderezo que al menos ese sí trato de que sea genial, pollito (no lo soporto), tofu en múltiples versiones inventadas e investigadas por mí y pendejadas así por el estilo. Desde hace tiempo que no guiso lo que me gusta todos los días, sólo cuando las ansias son muy fuertes y la nostalgia por comer me invade. Antes hacía comida vegetariana para todos en la casa, creo que fue durante trece años, pero al menos era más festiva que ahora. El stress fue el causante del cambio en la dieta de Gonzalo. Sí, claro que me como esa ñoña comidita, pero cuando puedo también la acompaño de otras cosas más apetecibles para mí. Muchos años fui el lobo entre los corderitos vegetarianos en mi casa.

No le puedo recomendar a mi amigo nada para evitarlo, el daño ya está hecho y cualquier cosa que diga se la abran dicho ya los médicos especialistas en ello. Sólo insinuar que lo mejor es prevenir, no esperar que las cosas lleguen. Aprender a comer, sobre todo a guisar. Incluir diferentes aceites para cocinar, muchas verduras, tirar a la basura todos los cuadripollos y consomés de cebo, y lo principal evacuar el intestino tres veces al día.

Uno de los motivos insospechadamente ocultos de hacer este blog, era por las glotonerías y el gusto de la comida que he dejado de comer en casa. Era más para privilegiar a la comida que llevo a cabo fuera de casa, pero no siempre el presupuesto y el tiempo da para gozar de ellas cada fin de semana. Era por mantener una memoria festiva de placeres totalmente efímeros y por un homenaje a la vida, que aquí me tiene todavía.

Como este post ya me está cayendo gordo por aleccionador, sólo tengo que decir que hay que darse gustos con la comida, pero no abusar. Como dijera el que dijo en estas fechas, “ser de centro izquierda”; no irse al extremo de la derecha, que en este caso sería un vegetarianismo recalcitrante, o militar en la izquierda relajienta de la proteína animal grasienta en todas sus presentaciones.

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