"Porque es nuestro existir, porque es nuestro vivir, porque él camina, porque él se mueve, porque él se alegra, porque él ríe, porque él vive: el Alimento"



Códice Florentino, lib,VI, cap.XVII

martes, diciembre 25, 2012

Delicioso y sencillo

Últimamente cocino de lo más sencillo y austero, no hago nada espectacular. Si esperan que esta entrada venga acompañada de una receta extravagante y lujosa para lucirse en las fiestas de fin de año, mejor pasen de leer lo que viene. Esta ha sido una de las principales causas por las que he tenido desatendido este lugar y he publicado a cuenta gotas. La comida que preparo se aleja de la sorpresa y descansa en la sencillez (a pocos les interesa visitar un blog con cosas así).

Y es así que se acabó el año, se acabó un ciclo y comienza otro. Pero no quiero dejar de agradecer el cariño y su compañía que siempre llena de entusiasmo e impulsa a seguir a pesar de los problemas personales, las fallas de mi computadora o la escasa imaginación para acompañar mis textos. Deseo con el alma que todo esto cambie.

Esta receta va muy bien para un almuerzo familiar. A mí me recuerda los viajes cuando visitábamos a la familia de Gonzalo y siempre había esa fruta omnipresente en la comida veracruzana y del sureste de México: PLÁTANO MACHO. Musa paradisiaca, utilizada por Linneo. Que el nombre viene de una tradición cristiano-islámica según la cual el plátano era la fruta prohibida del paraíso.

No conozco a nadie que no le guste el plátano macho. Este platillo me encanta porque es perfecto para acompañar los huevos fritos, una carne asada, unos chilaquiles, un café negro, o simplemente solos. Es delicioso y sencillo; virtudes que se agradecen. Es muy parecido a esta otra receta que publiqué hace ya tiempo, en este caso es más sano porque no va frito.

¿Qué necesito?

1 kilo de plátano macho maduro ( puede ser un poco verde, pero como me gusta más dulce lo prefiero maduro)

2 tazas de frijoles refritos

4 cucharadas de mantequilla

Queso fresco rallado

¿Cómo lo hago?

Los plátanos se cuecen con agua hasta que estén suaves, se escurren, se pelan, se machacan y se les agrega la mantequilla. Se forma una pasta suave con ellos y con la mitad ella se cubre una bandeja de horno o el fondo de un refractario engrasado.

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Después se coloca la capa de frijoles y otra del queso rallado. Se cubre con la otra mitad de la pasta de plátano y se mete al horno a 180° C por media hora. Se puede poner cubrir sólo una pequeña capa o cubrir completamente. Les muestro las dos versiones.

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Podrán ver que una parte le puse queso y la otra no tiene por cuestiones de dietas austeras para Gonzalo

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Felices fiestas. Sean felices.

sábado, diciembre 01, 2012

Seducir, fornicar, comer, morir


Primero. No hay enemigo pequeño y menos una mantis religiosa. Es desafiante y combatiente. Ella me mira molesta e irritada, no le he hecho nada aun y ya está a la defensiva, gira su cabeza y me busca. Es interesante su postura erguida parada en dos patas, parecida a la de un humano. Aquí podría yo hacer alguna proyección antropomórfica y decir que es una guerrera preparándose para una lucha cuerpo a dedos, con sólo el arma de sus púas que están dispuestas a cortar mi desnuda piel. Para evitar que lo haga prefiero azuzarla con una hoja. Podría decir que casi oigo el lenguaje pendenciero que me lanza, de alguna forma acuno dentro de mí pecho la mala vibra que irradia el animal. No debería hacer esto, sin embargo su ímpetu para la pelea me parece tan atrayente.

Segundo. Supongo que por esa seducción también engancha a su pareja. ¿Sabrá el macho que esa voluptuosidad sexual se equipara con su lujurioso apetito? ¿Sabrá el porqué del canibalismo de su compañera? ¿Sabrá el decapitado que de esa forma se prolonga un mejor y más largo espasmo durante el coito? Es así como la mantis además de agresiva y glotona es una sabia concupiscente. Nada mejor para nutrirla que su propia especie. Tal vez debería el macho haberla hecho comer algo antes de sus nupcias o quizá ese es el precio para pagar semejante placer.

Comienza el mito matriarcal y un ciclo de vida en orden extraño: sexo, comida, muerte, reproducción. De tal modo se demuestra que los animales se parecen tanto al hombre que es imposible distinguirlos de este. El deseo y los temores de ambos entrelazados por el seno nutriente y devorador de la madre.

Lo cierto es que me acordé de la leyenda de la Coyolxauhqui. Sería interesante subir a la mantis en una pirámide del Templo Mayor y desde ahí mirarla decapitar a su pareja. Aunque ella no tendrá la intensión de arrojar escalinatas debajo de la gran pirámide a su víctima desmembrada, ella sabe que es mejor aprovechar cada partícula de su enemigo, pata por pata, antena por antena, es que los insectos se aprovechan completitos.

Tercero. ¿Cuándo se ha puesto usted lector a desollar un taco de chapulines de Oaxaca? Extirpar primero el corazón del enemigo ofrecerlo en sacrificio para luego devorarlo. No, ¿verdad? Es mejor comerlos completos, nada más no sean avorazados como lo fui yo el otro día cuando inocentemente iba a degustar por primera vez unos jumiles comprados en el mercado de Cuautla. Llegando a casa de mi amigo Luis calenté una tortilla, le puse salsa y así vivos me los comí. En el pecado iba la penitencia, el sabor de los jumiles nunca es para comerse de a montón como los chapulines, los escamoles o los shagues, no no no, estos animales sólo sirven de aliño. Su sabor es poderosísimo. Parecía que le había dado una mordida a un taco de wasabi (esa pasta verde que te acercan con el sushi). Los jumiles tienen un fuerte sabor como a clavo de olor. Los consejos y las maneras de comerlo me llegaron después. No Carmen, que atrevida eres, solamente se usan cuatro o cinco en un taco, de preferencia acompañados con guacamole o con cecina de Yecapixtla. O de otra manera pueden ser usados como condimento para una salsa molcajeteada. Pero es que ni siquiera se me ocurrió comer primero uno, uno solo para saber que me estaba metiendo a la boca. Ah, quedé escarmentada para no volverlos a comer en muchos años.

Todo esto rollo de insectos tiene un simbolismo. Por lo pronto me enteré que hay un libro sobre la manera de perder peso antes, durante y después de tener sexo. La mantis seguro que ya lo leyó.




Una disculpa: esta entrada la publiqué en 2009, sigo en reparaciones, regreso pronto