Primero. No hay enemigo pequeño y menos una mantis religiosa. Es desafiante y combatiente. Ella me mira molesta e irritada, no le he hecho nada aun y ya está a la defensiva, gira su cabeza y me busca. Es interesante su postura erguida parada en dos patas, parecida a la de un humano. Aquí podría yo hacer alguna proyección antropomórfica y decir que es una guerrera preparándose para una lucha cuerpo a dedos, con sólo el arma de sus púas que están dispuestas a cortar mi desnuda piel. Para evitar que lo haga prefiero azuzarla con una hoja. Podría decir que casi oigo el lenguaje pendenciero que me lanza, de alguna forma acuno dentro de mí pecho la mala vibra que irradia el animal. No debería hacer esto, sin embargo su ímpetu para la pelea me parece tan atrayente.
Segundo. Supongo que por esa seducción también engancha a su pareja. ¿Sabrá el macho que esa voluptuosidad sexual se equipara con su lujurioso apetito? ¿Sabrá el porqué del canibalismo de su compañera? ¿Sabrá el decapitado que de esa forma se prolonga un mejor y más largo espasmo durante el coito? Es así como la mantis además de agresiva y glotona es una sabia concupiscente. Nada mejor para nutrirla que su propia especie. Tal vez debería el macho haberla hecho comer algo antes de sus nupcias o quizá ese es el precio para pagar semejante placer.
Comienza el mito matriarcal y un ciclo de vida en orden extraño: sexo, comida, muerte, reproducción. De tal modo se demuestra que los animales se parecen tanto al hombre que es imposible distinguirlos de este. El deseo y los temores de ambos entrelazados por el seno nutriente y devorador de la madre.
Lo cierto es que me acordé de la leyenda de la Coyolxauhqui. Sería interesante subir a la mantis en una pirámide del Templo Mayor y desde ahí mirarla decapitar a su pareja. Aunque ella no tendrá la intensión de arrojar escalinatas debajo de la gran pirámide a su víctima desmembrada, ella sabe que es mejor aprovechar cada partícula de su enemigo, pata por pata, antena por antena, es que los insectos se aprovechan completitos.
Tercero. ¿Cuándo se ha puesto usted lector a desollar un taco de chapulines de Oaxaca? Extirpar primero el corazón del enemigo ofrecerlo en sacrificio para luego devorarlo. No, ¿verdad? Es mejor comerlos completos, nada más no sean avorazados como lo fui yo el otro día cuando inocentemente iba a degustar por primera vez unos jumiles comprados en el mercado de Cuautla. Llegando a casa de mi amigo Luis calenté una tortilla, le puse salsa y así vivos me los comí. En el pecado iba la penitencia, el sabor de los jumiles nunca es para comerse de a montón como los chapulines, los escamoles o los shagues, no no no, estos animales sólo sirven de aliño. Su sabor es poderosísimo. Parecía que le había dado una mordida a un taco de wasabi (esa pasta verde que te acercan con el sushi). Los jumiles tienen un fuerte sabor como a clavo de olor. Los consejos y las maneras de comerlo me llegaron después. No Carmen, que atrevida eres, solamente se usan cuatro o cinco en un taco, de preferencia acompañados con guacamole o con cecina de Yecapixtla. O de otra manera pueden ser usados como condimento para una salsa molcajeteada. Pero es que ni siquiera se me ocurrió comer primero uno, uno solo para saber que me estaba metiendo a la boca. Ah, quedé escarmentada para no volverlos a comer en muchos años.
Segundo. Supongo que por esa seducción también engancha a su pareja. ¿Sabrá el macho que esa voluptuosidad sexual se equipara con su lujurioso apetito? ¿Sabrá el porqué del canibalismo de su compañera? ¿Sabrá el decapitado que de esa forma se prolonga un mejor y más largo espasmo durante el coito? Es así como la mantis además de agresiva y glotona es una sabia concupiscente. Nada mejor para nutrirla que su propia especie. Tal vez debería el macho haberla hecho comer algo antes de sus nupcias o quizá ese es el precio para pagar semejante placer.
Comienza el mito matriarcal y un ciclo de vida en orden extraño: sexo, comida, muerte, reproducción. De tal modo se demuestra que los animales se parecen tanto al hombre que es imposible distinguirlos de este. El deseo y los temores de ambos entrelazados por el seno nutriente y devorador de la madre.
Lo cierto es que me acordé de la leyenda de la Coyolxauhqui. Sería interesante subir a la mantis en una pirámide del Templo Mayor y desde ahí mirarla decapitar a su pareja. Aunque ella no tendrá la intensión de arrojar escalinatas debajo de la gran pirámide a su víctima desmembrada, ella sabe que es mejor aprovechar cada partícula de su enemigo, pata por pata, antena por antena, es que los insectos se aprovechan completitos.
Tercero. ¿Cuándo se ha puesto usted lector a desollar un taco de chapulines de Oaxaca? Extirpar primero el corazón del enemigo ofrecerlo en sacrificio para luego devorarlo. No, ¿verdad? Es mejor comerlos completos, nada más no sean avorazados como lo fui yo el otro día cuando inocentemente iba a degustar por primera vez unos jumiles comprados en el mercado de Cuautla. Llegando a casa de mi amigo Luis calenté una tortilla, le puse salsa y así vivos me los comí. En el pecado iba la penitencia, el sabor de los jumiles nunca es para comerse de a montón como los chapulines, los escamoles o los shagues, no no no, estos animales sólo sirven de aliño. Su sabor es poderosísimo. Parecía que le había dado una mordida a un taco de wasabi (esa pasta verde que te acercan con el sushi). Los jumiles tienen un fuerte sabor como a clavo de olor. Los consejos y las maneras de comerlo me llegaron después. No Carmen, que atrevida eres, solamente se usan cuatro o cinco en un taco, de preferencia acompañados con guacamole o con cecina de Yecapixtla. O de otra manera pueden ser usados como condimento para una salsa molcajeteada. Pero es que ni siquiera se me ocurrió comer primero uno, uno solo para saber que me estaba metiendo a la boca. Ah, quedé escarmentada para no volverlos a comer en muchos años.
Todo esto rollo de insectos tiene un simbolismo. Por lo pronto me enteré que hay un libro sobre la manera de perder peso antes, durante y después de tener sexo. La mantis seguro que ya lo leyó.
Una disculpa: esta entrada la publiqué en 2009, sigo en reparaciones, regreso pronto
6 comentarios:
Creo que yo también necesito leer ese libro para perder peso jajaja, mira que es golosa la mantis, besitos amiga que tengas un lindo fin de semana
Tuve la suerte de ver el fantástico relieve de Coyolxauhqui del Templo Mayor... qué maravilla además la museografía que te permite verla por momentos cómo estaría pintada antiguamente.
Pero yendo a lo que dices, qué locura, no puedo imaginar a qué sabe esos bichitos que mencionas, sin duda eres una mujer arrojada.
Saludos
Es curioso el ritual de la mantis y me gusta como lo describes.
En cuanto a los insectos en general, creo que nos lo probaría nunca, me dan un poco de repelús. Por eso creo que has siso una valiente cuando te han metidos todos esos en una tortita. Aunque ya veo que te arrepentiste.
Besos enormes querida Carmen,
¡Guau! No había visto ese video hasta hoy y me he quedado impresionado. La verdad es que en esos casos, para la mantis macho lo conveniente es producir una "ejaculatio praecox" y salir volando antes de que se entere la hembra. Como decían Bruckner y Fielkenkraut en su libro "el nuevo desorden amoroso", el egoismo es la suprema defensa del macho. Te confías, te confías, le acaricias una antena a la mantis hembra, le preguntas (en idioma mantisero, claro) ¿estuvo bien, etc? y antes de que te enteres te ha comido la cabeza.
Aparte de eso, me encantó tu post.
Un abrazo
Normita ya somos dos las que necesitamos ese libro. Un abrazo
Claudia, definitivamente esos insectos son para paladares con mucho conocimiento de sabores fuertes. Saludos
Fíjate Suny que es cuestión cultural eso de comer bichos, cuando superas esos obstáculos si vieras después cómo lo disfrutas. Es igual que comer pollo o pescado.
Un abrazo
Sorokín, jajaa, ya me imagino a la Mantis hembra limpiándose con un palillo la boca y recostada en una hoja pensando en lo bien que estuvo el acto sexual, lástima que su compañero sea su comida favorita. Abrazos
Feliz Navidad Carmen. Lo de los bichos me da cosa, que quieres que te diga y lo de la mantis, siempre me pregunto como es que no entra en la memoria genética del macho que la cosita no pinta bien con la hembra. Menuda es la tipa.
Un beso grande y lo dicho, felices fiestas.
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