Los mejores placeres en un viaje para mí son el deleite de la comida, conocer nuevos platillos, hacer descubrimientos con sabores extraños, nuevas formas de combinar ingredientes. (¿Qué quieren?, soy glotona y esa es mi pasión). Para luego llegar a mi casa y atesorar esos sabores en el recuerdo. Se quedan las fotos de los ingredientes, del platillo y del lugar, claro, aunque a veces conserve más fotos de comida que fotos de paisajes.
La primera vez que fui a Uruapan, hace como 12 años, descubrí algo que me sorprendió: su atole negro. En seguida su sabor se fue a almacenar al cajoncito de recuerdos preferidos de los viajes. ¿Ustedes no tienen el suyo? Recuerdo perfectamente que lo vendían en un puesto ambulante enfrente del parque principal. Era en la tarde, hacía frío. Allá acostumbran a tomar atole y tamales en la tarde, no como en el D.F. que cuando más se vende es por las mañanas. Había atole de muchos sabores en grandes ollas cubiertas de servilletas bordadas que servían para guardar el calor. Pedí un atole de tamarindo y apenas estaba disfrutando su sabor cuando vi servir un atole tan espeso y negro como si fuera aceite de coche quemado. Para cualquier persona ese aspecto podría resultar desagradable o repulsivo. Pero para mí que soy una adoradora de alimentos de color negro resultaba tan atrayente. En seguida pedí uno, aunque todavía no me había acabado el otro. Recuerdo que tenía un ligero sabor como a chocolate y un toque muy sutil de anís. Me dijeron que ese color lo adquiría por ser hecho con cáscara de cacao. Pasó el tiempo y volví otra vez a Michocán, esa vez a Pátzcuaro y desde ahí me trasladé hasta Uruapan, solamente para probar un atole negro y regresarme. Hasta ahí la historia.
Este año volví a Uruapan, con la noticia que todos los vendedores ambulantes los habían retirado y metido en el mercado de antojitos. Los fui a buscar y encontré montones de puestos con venta de tamales y atoles, probé varios pero ninguno me pareció tan bueno como aquél que tomé en la primera y segunda visita. Muchos de esos vendedores tenían años de vender en ese mercado, así que no era ahí donde tenía que buscar. Entonces averiguando en dónde se había ido la persona que lo vendía en el parque llegué a otro mercado y por fin encontré esas ollas con servilletas bordadas que mantenían caliente los entrañables atoles y tamales.
Allí estaba la señora Doña Mari y su familia vendiendo el verdadero atole negro que tanto me gustaba. Tomé atole hasta emborracharme de color negro, al día siguiente fue lo mismo. Era tanto el gusto que tenía al tomarlo que la señora muy amablemente me dijo dónde comprar la cáscara de cacao y cómo hacerlo.
Pero tuvo que pasar mucho tiempo para que me animara a reproducirlo en casa. Lo primero que tenía que hacer era tostar hasta dejar hecho carbón esa cáscara de cacao. La señora me hizo énfasis que lo debía de cocinar al aire libre pues si lo hacía en mi cocina se iba a ahumar toda. Y como ya tengo experiencia en olores que se quedan aferrados en mi cocina por varias semanas preferí esperar. Esperar que bajara el calor y tener más confianza con doña Gloria para que me permitiera ir a su cocina de leña, donde hace sus tortillas y tostar ahí el kilo de cáscara de cacao que había comprado. La experiencia fue muy agradable, además de estar compartiendo la charla con su familia, los olores que sacaba la cáscara al tostarse eran deliciosos.
Atole Negro
¿Cómo lo hago?
En una cocina al aire libre se pone a tostar la cáscara de cacao, casi casi hasta que quede carbón.
Ya en frío se muele en metate o en la licuadora hasta dejarlo hecho polvo
Se toma 3/4 de taza de ese polvo y se licúa con 200 gr de masa de maíz.
Se agrega 1 1/2 litros de agua o más si no se desea espeso
semillas de anis y una raja de canela. Se endulza con un poco de piloncillo.
Se mueve constantemente hasta que se cueza el atole.
Se sirve y a disfrutar del sabor único de este atole.
Lo negro no se refiere a cosas malas, lo negro es atractivo, único y recuerden que la mayoría de los platillos negros son los que venden más caros. El color negro tiene un sentido ritual, y para esta época de Día de Muertos este atole negro estará en mi altar para agasajar a mis difuntos.