"Porque es nuestro existir, porque es nuestro vivir, porque él camina, porque él se mueve, porque él se alegra, porque él ríe, porque él vive: el Alimento"



Códice Florentino, lib,VI, cap.XVII

martes, diciembre 27, 2011

Recalentado cruel

Recuerdo muy bien que en la casa de mi mamá por estas fechas había todavía recalentado. Ay, ay, ay, pero si ya eran los Santos Inocentes y estaba casi llena la olla de mole de romeritos. Sólo porque a mi mamá le gustaban a todos los hijos nos obligaba a comerlos, lo más horrible era cuando venían visitas a saludarnos y nos endilgaban otra vez el mismo guiso oscuro y pastoso. Había que volverse catador y averiguar a quién le había quedado más feo semejante revoltijo; si a mi mamá o la comadre, y había que ver a quién le habían quedado más saladas las tortas de camarón que coronan este platillo. El guisado de romeritos es también conocido como Revoltijo, este nombre le queda más que ni pintado, porque es eso: un verdadero revoltijo pantanoso de: mole, romeritos, jitomate, nopales y por si no es suficiente tal sinfonía barroca hay que agregarle: tortas de camarón. Pero, si a nadie le gustaban tanto, ¿por qué todas las familias hacen su olla rebosando de mole de romeritos? Claro, no faltaba quién, queriendo acabar a toda costa lo más rápido de su olla saliera de buen samaritano a repartir el esperpéntico guisado.
Uno como todo buen niño, al día siguiente de haberse atragantado con eso lo único que quería comer era cualquier cosa que no fuera la comida tradicional de esa época. La pesadilla continuaba en Año Nuevo y volvían a la carga los recalentados de los vecinos, la madrina o el amigo que no había venido antes a felicitarnos pero que, ¿adivinen qué nos traía para compartir? “Pruébenlos, me quedan bien sabrosos.” ¿Por qué mejor no nos traían buñuelos, capirotada o ya de perdis una buena Ensalada de Nochebuena? No señor, era Día de Reyes y en mi refrigerador seguía la presencia de dicho revoltijo materno e incluso de los ajenos.
Pero lo peor de toda esta historia es que alguna deformación sufrimos cuando nos hacemos adultos, algo sucede en nuestro inconsciente y recreamos en nuestro hogar ese mismo platillo para hacer sufrir ahora a nuestros hijos: Yo también hacía mi olla de romeritos y escribía la misma historia de pesadilla en la memoria de mis hijas. La diferencia es que con el paso del tiempo aprendí que no hay que comprar más de medio kilo de romeritos y entonces el consumo será aproximado para acabarse en un solo día, además que no acostumbro a comerlo en Navidad, sino en Semana Santa, ¿serán los recuerdos del recalentado que quiero evitar?
Año con año, el menú de las fiestas de fin de año se vuelve fiel, se repite, los platillos son ortodoxos, se impone la tradición. Es por eso que en estas épocas la añoranza viene acompañada de sabores familiares, que incluso como el caso que narré puede ir hasta con platillos que no nos fueron gratos, sin embargo nos marcaron indeleblemente.


Independientemente de los recalentados interminables, quiero desearles a todos un Feliz Año lleno de bendiciones, gracias por la dicha de ser.
querétaro 037

domingo, diciembre 11, 2011

Un dulce olor muy maternal


gorditas de la villa
Este año me invitaron a participar en un calendario muy especial: El calendario de Adviento que organiza Noema de Intercultura y Cocina. En este blog, cada día del mes se abre una ventana que nos lleva a un país distinto y nos muestra un platillo relacionado con la Navidad o con una fecha representativa del mes de diciembre. En mi caso la ventana que me corresponde se abre el día 12. Esta entrada nada tiene que ver con la Navidad. Simplemente es una fecha de celebración en todo México.
Dia_12
Hay nombres de platillos de comida que cuando uno los menciona nos provocan una emoción y una necesidad antojadiza por comerlos lo más pronto posible. Sobre todo si nuestros recuerdos rodean ese producto de una atmósfera de sublimación. Son de esos alimentos que guardamos en el baúl entrañable del afecto, del sabor. Eso me pasa con unas galletas muy sencillas, con ingredientes y colores tan mexicanos que muestran su delicadeza al sólo sacarlas de su envoltura. Además porque tienen un gran arraigo de pertenencia en el lugar donde las venden. Me refiero a las gorditas de la Villa de Guadalupe que venden en el Cerro del Tepeyac, en la Ciudad de México. Son unas pequeñas tortillitas de harina de maíz cacahuazintle y azúcar, que se cuecen en un minúsculo comal sobre carbón y luego las envuelven en papel de china con colores llamativos. Pero lo más rico de todo esto es el olor del maíz al cocerse.
diciembre 073
Cuando uno dice: ¡Vamos a la Villa!, ya sabemos que además de ver a la virgen, toda nuestra mexicanidad la tendremos presente en ese lugar, porque la Guadalupana trasciende más allá de lo religioso. Se funde un sincretismo de culturas ya que en la antigua cosmogonía precolombina en el cerro del Tepeyac era adorada Tonantzin, la madre de los mexicanos “nuestra señora”. Ahora Tonantzin y la virgen de Guadalupe es una sola.
Además de visitarla uno puede darse el tiempo de comprar un paquete de estas gorditas en los puestos callejeros cercanos.
 nican
En el texto en náhuatl del Nican Mopohua, el más antiguo que se registra sobre las apariciones de la virgen de Guadalupe, dice algo así como: “Acaso no estoy yo aquí que soy tu madre” esa frase está escrita debajo de la imagen de la virgen. (Según mi mamá, que luego le hace a lo nahuatlata [hablante o estudioso de la lengua náhuatl] lo que realmente dice el Nican Mopohua es: “Acaso no estoy yo aquí que tengo el honor de ser tu madre”) Precisamente esas palabras de consuelo que según le dice la virgen a Juan Diego las tengo presentes en ese olor dulce del maíz de las gorditas cocinándose y con toda la sutileza de la consistencia de la masa deshaciéndose en mi boca. Es como un abrigo cálido y amoroso que me envuelve, igual a un cariño auténtico, como el de una madre.
Actualmente afuera de muchas iglesias se encuentran a la venta estas gorditas, resulta imposible que pasen desapercibidas con ese olor y los colores de su envoltura.  Siempre afuera de alguna iglesia, pero todos sabemos que no podría haber un alimento más nacional que represente a la virgen del cerro del Tepeyac.

Gorditas de la Villa de Guadalupe

¿Qué necesito?
diciembre 041250 gr. de maíz cacahuazintle, es indispensable que sea con este maíz porque es un sabor muy característico.
100 gr. de azúcar
75 gr. de mantequilla o manteca de puerco (yo los hice con manteca)
1 cucharadita de vainilla
1 pizca de bicarbonato de sodio
2 yemas
¿Cómo lo hago?
El maíz se muele en seco en el molino, si cierne en un tamiz muy fino. La manteca y el azúcar se baten hasta que se suavice y se haga una pasta lisa, se agregan las yemas una a una y la vainilla. Se incorpora el maíz y el bicarbonato. Si es necesario agregarle un poco de agua a la mezcla para hacerla más maleable se le agrega poco a poco. Debe quedar una pasta consistente para comenzar a hacer bolitas y luego aplastarlas para hacer las pequeñas galletitas sobre un comal o sartén grueso. Primero de un lado y luego se voltean del otro. Lo ideal es comerlas enseguida, calientitas, envueltas en papel de china de colores.
colage
diciembre 079

sábado, diciembre 03, 2011

Una luz pálida y melancólica

Te debo una receta que no te he podido entregar. Sabes que este año se trastornó mi vida. El cambio de domicilio y de muchas cosas que dejé atrás. Fue además una ruptura y pude darme cuenta quién está conmigo y quién se alejó para siempre. Quién te brinda ayuda y quién se excusa y no lo hace. Ha sido un año lleno de aprendizaje que la naturaleza te revela día con día, no más que las personas. Hemos partido de cero y comenzamos una nueva vida, sin conocer a nadie, pidiendo ayuda algunas veces y recibiendo sólo críticas. Cualquiera diría al ver el lugar en que habito que todo ha sido fácil, que así lo encontramos. Creo que, después de un año, puedo decir por fin que he logrado estabilizarme. Reconozco de nuevo los atardeceres de diciembre que incendian de colorido las tardes. El sol ha dejado de ser tan rabiosamente abrazador. La luz de diciembre es pálida y melancólica, algo tiene de sensatez y tranquilidad. Supongo que eso es lo que ha permeado este otoño en mí.
Aquí te dejo la receta del pastel de zanahoria. Un pastel especial para este otoño-invierno. Esta receta es la que me gusta a mí, y aunque me lo critique cierto personaje y me diga que es mejor el que hace ella, es mi pastel casero, íntimo, entrañable, sin artificios y es el que me gustaría preparar para tu cumpleaños, estas fotos las tomé el día del mío. Espero que lo prepares tú o que te lo haga tu hija, como a mí me ayudó la mía. No es tan complicado. Gracias por estar ahí, hermana.
cumpleaños

Pastel de zanahoria

3 tazas de harina
2 tazas de azúcar morena o mascabado
1 cucharadita de sal
1 cucharada de royal
1 cucharada de canela molida
1/4 cucharadita de nuez moscada
1 1/2 tazas de aceite de maíz
4 huevos ligeramente batidos
1 cucharadita de vainilla
1 taza de nuez picada
2 1/2 tazas de zanahoria rallada
3/4 de piña en almíbar (opcional)
1 taza de frutas secas como:mango, papaya, dátil, piñones, pasitas rubias, arándanos, etc.
Horno precalentado a 200° C
El aceite se bate con el azúcar, despues se le pone la canela con la vainilla, y los huevos, uno a uno. Se agregan los demás ingredientes secos: harina, sal, royal. Luego la nuez, la zanahoria y las demás frutas.
Se hornea aproximadamente 50 minutos o hasta que al hundir un palillo en el centro del pastel salga seco. Se deja enfriar completamente y se cubre con la cubierta de queso.
Cubierta
Un paquete grande de queso philadelphia que se va a batir con:
5 cucharaditas mantequilla
1 taza de azúcar glass
1 cucharadita de vainilla
1 cucharadita de jugo de limón
Todo esto a temperatura ambiente se mezcla con una batidora hasta quedar bien mezclado todo.
Se cubre el pastel con esta mezcla. Si gusta decorar con duya y hacer las zanahorias se puede separar un poco de la mezcla en 2 pequeñas porciones para hacer el color verde y naranja. Si no puede ir todo cubierto de la mezcla blanca de queso.
julio 345
pastel