Esta escultura está en el centro de la Ciudad de Papantla. En la parte de atrás está la leyenda de la vainilla. Está firmada por el ilustre escritor papanteco Don José de Jesús Núñez y Domíguez.
LEYENDA DE LA VAINILLA
Cuentan los abuelos totonacos, que hace mucho tiempo en la Gran ciudad del Trueno Tajín, el Rey totonaca Teniztli tercero tuvo una hija muy bella llamada Tzacopontziza o lo que es lo mismo en castellano, "Lucero del Alba". Por ser tan hermosa, fue consagrada al culto de Tonacayohua diosa de la siembra y el alimento; por lo cual no debía enamorarse de algún hombre. En la misma ciudad vivía el príncipe Zkatan-oxga "Joven Venado" el cual, cuando admiró la belleza de Tzacopontziza una mañana que caminaba por la selva quedando completamente enamorado de tan grande hermosura, ella correspondió a su amor a pesar de saber que no debía hacerlo por el hecho de ser doncella consagrada.
Cuentan que una mañana de mayo, cuando las flores abren y ofrecen sus exquisitos aromas, Tzacopontziza salió a buscar tortillas para ofrecérselas a Tonacayohua, pero ya no regresó; huyó hacia las montañas de poniente al lado de su amor Zkatan-oxga. Grande fue su sorpresa, cuando al llegar a la cumbre más alta, se les apareció un monstruo enorme que los envolvió en fuego obligándolos a regresar a Tajín. Allí, todos los sacerdotes ya los estaban esperando, y sin darles explicaciones los llevaron al adoratorio donde les extrajeron los corazones ofreciéndolos a Tonacayohua.
Los cuerpos de los dos enamorados fueron arrojados a una barranca. Tiempo después y tras secarse toda la hierba frente al adoratorio, brotó un arbusto el cual se elevó unos metros con un espeso follaje, posteriormente, nació un bejuco que trepó sobre ese arbusto, al paso del tiempo floreció hermosamente; los sacerdotes no dudaron en venerar el sitio, pues pensaban que esas plantas eran símbolo de la sangre noble y preciosa de los nobles enamorados, más sorprendidos se quedaron, cuando al año, las flores se convirtieron en vainas que desprendían un aroma exquisito, era la esencia de Tzacopontziza; a la flor la llamaron Caxixanath, que significa flor recóndita.
¿Cuál es esa vaina de la que hablan? Pues es precisamente la vainilla. Utilizada desde tiempos prehispánicos por la cultura totonaca, asentada en Papantla, Veracruz. Los totanacas entregaban la vainilla como tributo a los señores aztecas para perfumar su bebida favorita: el chocolate.
La vainilla es una orquídea, y como buena orquídea crece sobre otras plantas, o al menos necesita dónde recargarse. Es uno de los condimentos más caros, necesita mucha sombra para crecer y tiene que ser polinizada a mano. Yo en mi afán jardinero me compré una matita, que espero sembrar en el sitio adecuado: humedad, buena temperatura, sol y sombra. Con tanto campo ganadero y cultivo de naranja, se ha deforestado y perdido buena parte de la selva, esto ha contribuido a que México ocupe los últimos lugares a nivel mundial en la producción de esta planta, después que de aquí surgió la vainilla para aromatizar al mundo.
Estas son las vainas verdes, parecidas a un ejote.
En toda la zona del Totonacapan venden artesania elaborada con vainillas. Hacen rosarios, collares, aretes. Yo me compré un corazón de vainilla para aromatizar mi coche, para no andar usando esos cartones del Vainillino Cotorro que me marean. El olor es muy sutil. Supongo que al rato apenas si se percibirá su aroma pero es un bonito recuerdo.


Los mejores postres son simples, la diferencia de unos plátanos fritos comidos allí es el momento del corte de la fruta, los plátanos reposan sin prisa esperando estar bien maduros y luego al sartén, el resultado: una mantequilla que se derrite al contacto con la boca.
Y ya en casa, después de un viaje así, pues me volví una perita en dulce.
¿Cómo hacer una perita en dulce?
6 peras lecheras.
dos tazas de agua
1 taza de azúcar
una varita de vainilla
1 membrillo (opcional) si no se tiene se puede poner el jugo de un limón.
Esta no es una perita en dulce cualquiera, su sabor es distinto simplemente por tener vainilla natural. Todas esas vainillas de frascos, a menos que en verdad sean extractos naturales, lo que se están comiendo es vainillina un saborizante sintético como otros más del mercado.
Y es bien fácil hacerla. El agua se pone a hervir con el azúcar, se deja cinco minútos y se ponen las peras y el membrillo o el jugo del limón. Luego por último la vainilla.
La vainilla se parte a la mitad, se respa con el filo de un cuchillo o una cuchara a todo lo largo. De ahi sale una pulpa negra, esa misma pulpa se disuelve en el agua. Yo aproveché y también le agregué toda la vainilla.
Y ya, eso es todo. Una manera bien fácil de tener en casa los mejores aromas del Totonacapan, el otrora lugar que perfumó al mundo.