"Porque es nuestro existir, porque es nuestro vivir, porque él camina, porque él se mueve, porque él se alegra, porque él ríe, porque él vive: el Alimento"



Códice Florentino, lib,VI, cap.XVII

lunes, diciembre 28, 2009

No recuerdo bien el año en que conocí a Eduardo. Lo que si recuerdo era su actitud arrogante y fanfarróna. Inventaba comidas vegetarianas pero en el fondo quería que tuvieran sabor a carne. Hacía tantas barbaridades que un día me enojé con él y nos dejamos de hablar como dos años. Cuando coincidíamos juntos, ni el comía mi comida ni yo probaba la suya. Un día de repente sin más volvimos a hablarnos, olvidamos todo, pero manteníamos una distancia prudente y mucha libertad en nuestros guisos, él sabía que sus extravagancias yo no las acataría sin repelarle, pero al final terminaría haciéndolas. Era mucho su orgullo como para trabajar a mi cargo, sin embargo yo sí lo hacía y tal vez por eso me comenzó a respetar más.

Me acuerdo de una invitación que nos hizo a todos los cocineros a su casa. Había preparado un pozole delicioso. ¿Qué le puso? No sé, llevaba únicamente el maiz cacahuatzintle, la lechuga y el rábano. Un pozole cocinado de esa manera es un gran mérito para darle un buen sazón.

Después, yo sólo me dediqué a hacer panadería y él cocinaba, ya no teníamos conflictos, cada uno en su lugar. Un día de su cumpleaños le preparé un pastel especial para diabéticos, me lo agradeció tanto y se hizo mi amigo.

Pasaron los años y yo me alejé, también él. De repente me hablaba por teléfono y durábamos horas y horas conversando. Pero de cocina y comida no hablábamos jamás. La comida era una vínculo entre los dos y a la vez era materia muerta.

Hoy me dan la noticia que falleció el 25, parece que dormido. Ojalá y así sea.

Todo en él era grande, grandote, como vasta también era su generosidad y disposición para cocinarle a tanta, tanta gente. Descansa en paz amigo, E.P.G.