domingo, diciembre 21, 2008
martes, diciembre 16, 2008
Visitando Tlaxcala
Tlaxcala es famosa porque gracias a su ayuda Hernán Cortés subyugó a los mexicas. La etimología del nombre de Tlaxcala está hasta en sus murales. Tlaxcalli: tortilla de maíz o pan. "Grandes cultivadores de maíz dieron a su patria el nombre de Tlaxcallan que es tanto como decir tierra de los tlaxcallis"



Cada bebida tiene su propio recipiente para beber. Se busca la estética conjugada con el sabor. El pulque no podía ser menos. "Chivo", "catrina", "cacariza", "camión", "tripa", "viola", "maceta", "tornillo". Todos en vidrio verde moldeado, cada nombre que reciben es de acuerdo a la forma y capacidad del vaso, cada uno especial para beber el: "octli", "tlachique", "tlachicotón", "neutle", "caldo de oso", "pulmex", "babadray", "cara blanca", "pulmón", "elixir de los dioses", "siete hebras", ¡puff!, es tan amplia la manera de nombrar al pulque en el caló popular.
En esta pulquería rescatan algunos de esos vasos para que sea más grato beberlo. Ahi compré un "chivo" para la colección de vasos y jarras pulqueras que acumulo.
A pesar de que la industria pulquera está en decadencia por inmumerables razones, hay gente que continúa apostando por su consumo, como esta pulquería en Tlaxcala y varias empresas en el estado que hacen pulque destilado y pulque enlatado. Por lo pronto aproveché para llevarme varias latas y utilizarlas para guisar. El sabor que le imprime el pulque a los alimentos es sumamente grato y único. Claro que fresco es lo mejor, pero si no hay manera de conseguirlo pues unas latas ayudan, aunque el sabor no será tan profundo.
Mientras tanto, aquí hay que cuidarse en estas fechas decembrinas con el alcoholímetro. Puros festejos, caray. A partir de hoy va a estar las 24 horas en vigencia, así que busquen a su conductor designado.
viernes, diciembre 12, 2008
miércoles, diciembre 10, 2008
Un dulce con cariño materno
Eso me pasa con unas galletas muy sencillas, con ingredientes y colores tan mexicanos que muestran su delicadeza al sólo sacarlas de su envoltura. Además porque tienen un gran arraigo de pertenencia en el lugar donde las venden. Me refiero a las gorditas de la Villa de Guadalupe. Unas pequeñas tortitas de harina de maíz cacahuazintle y azúcar, que se cocen en un minúsculo comal sobre carbón y luego las envuelven en papel de china de colores llamativos.

En el texto del Nican Mopohua, el más antiguo que se registra sobre las apariciones de la virgen de Guadalupe, dice algo así como: “Acaso no estoy yo aquí que soy tu madre” esa frase está escrita debajo de la imagen de la virgen. (Según mi mamá, que luego le hace a lo nahuatlata lo que realmente dice el Nican Mopohua es: “Acaso no estoy yo aquí que tengo el honor de ser tu madre”)
Actualmente afuera de muchas iglesias se encuentran a la venta estas gorditas, resulta imposible que pasen desapercibidas con ese olor y los colores de su envoltura, es una fortuna que se les encuentre en más lugares de venta, pero todos sabemos que no podría haber un alimento más nacional que represente a la virgen del cerro del Tepeyac.

jueves, diciembre 04, 2008
Leyendas negras de pulpo
Hay escenas cinematográficas que impactan y permanecen como calcomanía adherida en mi escurridiza memoria, por ejemplo aquella de la película Old Boy o como le pusieron en México: Cinco días para vengarse, cuyo protagonista, después de estar secuestrado quince años, recobra su libertad y lo primero que hace es entrar a un restaurante y pedir: quiero algo vivo. Eso vivo, con prana como dirían los sanscritistas no es algo vegetal que acaban de arrancar de la tierra, no señores, es en verdad comer algo vivo, que se mueva por dentro, que se vuelva escurridizo y difícil de llevarlo a la boca. ¿Y qué le llevan? Un pulpo. En la película se ve cómo se embarran sus ventosas y retuerce su cabeza sobre el rostro del comensal. Éste lo mastica sin piedad; sus patas largas, viscosas y repulsivas las aspira, hasta que, finalmente, devora por completo al molusco. La verdad es que no es fácil asimilar las costumbres que son naturales en otro país, (¿recuerdan la carne de perro de allá abajo?) Si no son aprehensivos y quieren ver como lo consumen en Corea píquenle aquí y verán la divertida manera para lograr introducir unos pequeños pulpitos en la boca.
El pulpo siempre me ha parecido un animal mágico, es un cefalópodo, el más avanzado de los moluscos, con los pies en la cabeza, tienen tres corazones y traen integrado un sifón como si fuera una fuerte turbina con la que se impulsa a gran velocidad.
En torno a ellos hay una leyenda negra y como toda leyenda es puro cuento. Tan sólo decir “pulpo” para muchas personas parece que les estoy mencionando a un monstruo. Como si fueran animales escalofriantes salidos del fondo del mar.
En los recuerdos me veo a mí misma, una niña solitaria, entreteniendo el ocio con un aparato en desuso actualmente: un View-Master; un dispositivo para observar imágenes estereoscópicas con un disco de fotografías de la película animada Veinte mil leguas de viaje submarino. Impresionada, miro ahí, en tercera dimensión, a un gigantesco pulpo que abraza ferozmente con sus tres tentáculos el submarino del capitán Nemo y mientras, con los otro cinco, somete a su tripulación. Hasta que la historia concluye más adelante, en otro disco: los demás marineros han derrotado al pulpo cortándolo en pedacitos con un hacha ensangrentada, listo para consumirlo rociado de aceite de oliva a la gallega.

Creo que otra de las causas por la que la gente le atribuye repulsión al pulpo es porque no saben como guisarlo y les queda duro. Más bien creo que su carne es un tanto difícil. Lo que yo no he conseguido ni siguiendo los consejos de la hábil y sabia Lechuza es evitar que se me pele al cocerlo en agua. En el Mc Gee dice que se deben cocinar o bien breve y escasamente para evitar que las fibras musculares se endurezcan, o bien durante mucho tiempo para disolver el colágeno. A mí me queda con consistencia sedosa, pero siempre se desprende su piel. Por eso me gusta mejor cortarlo en crudo y hacerlo en su tinta.
Ahh, pero mucho cuidado al sacarle su tinta, he sabido de verdaderas historias negras sobre el pulpo. Mucha gente confunde la bolsa de suciedad con su tinta y lo peor es que la tinta está envuelta en ella. Lo mejor para evitar que se reviente la tinta, es quitar lo más que se pueda la suciedad y luego dejar la piedrita con la tinta en el congelador, luego se saca bien congelada y se puede quitar y cortar con facilidad cualquier rastro de mucosas indeseables. Sí, guácale.
¿Mi receta de pulpo en su tinta? Claro que sí, pero no tengo fotos porque me lo comí todo. Sólo le saqué fotos estando crudo. Además los pulpos en su tinta en un plato no son nada fotogénicos, a menos que tuviera la habilidad de ser un buen fotógrafo como el que conocí esta semana.
Un kilo de pulpo se pica en crudo, 1/2 k. de jitomate, 1/2 k. de cebolla, 4 dientes de ajo, perejil picado y yerbabuena, se pone todo en una cacerola con 1/4 de taza de aceite de oliva. Se agrega 8 pimientas, 1 clavo, sal al gusto, 1 rajita de canela, un poco de tomillo, 3 hojas de laurel y 20 almendras picadas y peladas. Cuando estén blanditos se puede agregar aceitunas, alcaparras y un vaso de vino en donde se disolvió previamente la tinta. El resto del vino se lo toman y verán que las leyendas negras en torno al pulpo sólo pueden ser deliciosas. Salud.

martes, diciembre 02, 2008
Diciembre es un mes oscuro
