"Porque es nuestro existir, porque es nuestro vivir, porque él camina, porque él se mueve, porque él se alegra, porque él ríe, porque él vive: el Alimento"



Códice Florentino, lib,VI, cap.XVII

miércoles, septiembre 05, 2007

Un cuento chilango

Los oigo pasar, su sonido llena de melancolía estas noches frías y húmedas. Sin embargo cuando salgo a buscarlos se han ido calles adelante y mis pies no logran darle alcance, escapan de mí.

Regreso a casa, a otros vecinos que como yo han salido a la calle y sin lograr tampoco su objetivo. Me dicen: ¿Para que nos llaman si luego luego se van?, nada más nos alborotan el hambre.

Tenía que hacer algo, así que la otra noche los esperé ansiosa y de antojo, con mi bicicleta lista para lograr darles alcance. A las once de la noche en punto los oí, salí atrás de ellos, sin embargo por más que pedaleaba no lograba acercarme a menos de 200 metros, dieron vuelta en sentido contrario y un automovilista me insultó por entrar a circular así en esa avenida. Finalmente con la distracción perdí su rastro.

Me puse de acuerdo con un amigo y días después esperamos que dieran las once de la noche en la calle, curiosamente esa vez no pasó por ahí, sino en la otra esquina de atrás, tratamos de darle alcance, pero ya no lo oímos, ni lo vimos, desapareció en la oscuridad.

Al día siguiente, éramos seis vecinos apostados en las esquinas formando un radio alrededor de varias cuadras, el primero que lo oyera o viera llamaría a su compañero más cercano y así de uno en uno, nos comunicaríamos para perseguir a nuestro escurridizo objetivo.
De pronto, dando la vuelta lo vi aparecer, era un hombre de rostro oscuro apenas si se veía, sólo resplandecían dos focos del triciclo, dio vuelta en el carril en contra sentido de un eje vial, no quise perder ni un minuto llamando a los vecinos y lo seguí con rabia y decisión. Puso el sonido: Tamales oaxaqueños, tamales calientitos, pruebe sus ricos y deliciosos tamales oaxaqueños. Por más que había preguntado nadie nadie había comprado o probado esos tamales. ¿ A quién se los vendían si desaparecían al menor intento por buscarlos? ¿A dónde se iban, dejándonos con el antojo de tamal?

7 comentarios:

Anónimo dijo...

¿Y así quieres que leamos tu blig? ¿Que dejemos comentarios? Tus maestros de Sogem te dirían que ese recurso de dejar en suspenso la historia es tramposo, así que cuenta bien en qué termina esta historia del misterio de los tamales oaxaqueños o le pedimos a Obón que te ponga una demanda por... lo que sea de autor.
Un abrazo desde la perla tapatía... ¿se te antoja algo de por acá? ¿Jericallas? ¿Alfafor? Tortas ahogadas? ¿Otros virotes para otras tapas?

0o_irene_o0 dijo...

no es justoooooooooooooooo

buaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa

recuerdo mis dìas de la prepa, cuando las clases empezaban a las 7 y antes de entrar me compraba una torta de tamal verde con un atole hirviente de chocolate (o arroz con leche en su defecto)...damn it!

recuerdo tambièn cuando era chiquita y escuchaba al ñor de los tamales que hacìa no màs oaxaqueños...DELICIOSOS!!!!! esos claro no iban con bolillo asi es que me comìa 2; uno verde y uno rojo...

joder tìa! leerte es una agradable tortura...

Anónimo dijo...

wow!!.. qué foto carmen!
oye, pues ya estoy en mex, y mi madre tiene unos así en el refri que le dieron el domingo para celebrar mi llegada, sólo que la hija del mais se los está guardando al carlo!!.. zas!!.. lo que es conseguirle a la amá de uno un yerno buena gente chale...

Pillo dijo...

Ay no Carmela leerte en ayunas me está ponienod mal..que buenisimo cuento..ah y dejame decirte que creo ..creo agradecer tus pambazos..aunque no los pobé..chaleeee...ya va llegar mi mamá y le voy a decir que me hagaaa....aca yo cazo igual pero al señor que vende elotes con chile y limon mmmm...

Jesús dijo...

si vieras que yo cuando llegué a esta ciudad creía que era el mismo señor que andaba un día en una colonia y luego en otra. Pasaba por la condesa y lo escuchaba una noche, luego la semana que entraba lo oí en la colonia Cuauhtémoc a las seis de la tarde...y así.
A mí se me hace que es un mito urbano. No han de existir dichos tamales. Sólo su eco. Debe ser una diversión de gente que tiene grabado un MP3 y crea antojo en varias cuadras a la redonda manzana. Es una leyenda Carmen. A ese cuate de la bicicleta lo identificaste con un vendedor de tamales porque era lo que andabas buscando y el pobre tipo creyó que lo perseguían todos tus vecinos. Menos mal que es un ciclista experimentado y huyó del acoso colectivo.

Carmen dijo...

Anónimo: quiero jericallas sabrosas, quiero birotes, ya andas mal, para empezar, ¿qué, también eres de escuela pública como yo que olvído los diéresis a las ues?
Irene: te cambio tamales por unos vinitos.
Diana: ¿No conoces los ataques nocturos cuando nadie sabe que pasa en su refrigerador? APROVECHA
PILLO: Donde me vuelvas a decir Carmela te pego
Jesús: Tú si entendiste el cuento

0o_irene_o0 dijo...

càmara, cuando quieras...