¿Qué van a pedir después de comer?
¿El postre?
¿Un cigarrito?
¿Un café?
¿Un aperitivo?
Nada de eso, una buena comida culmina con una siesta. A pesar de que no admitamos practicar ese ritual olvidado por las prisas, siempre nos estamos durmiendo después de comer a la menor provocación. Algunos corren al estacionamiento de la oficina por algo que se olvido y ahí se echan su “coyotito”, se esconden en el archivo o cualquier lugar que oculte la modorra. Conocí a un cocinero que le gustaba meterse a las cámaras de refrigeración para descansar, -las ideas se calman y me vuelvo más creativo- me decía, y yo lo veía salir rejuvenecido de esa polar terapia.
Parece que es penoso confesar que se toma una siesta. Muchas veces, cuando llamo a alguien por teléfono en horas inconvenientes (3 a 5 p.m.) se nota que estaban dormidos y ya los interrumpí, es algo que nunca aceptan. Creo que esa no aceptación está ligada a una manifiesta holgazanería en un mundo que demanda resultados, y exige más y más actividad.
Yo si tengo oportunidad tomo una siesta, me dejo hundir en la santidad de la fatiga, mis ojos se vuelven análogos a los del gato Garfield, con un deseo de desconectarme del mundo y de las obligaciones. Toda mi energía se va a ese bendito proceso que llamamos digestión.
¿Qué tal comer bien pesado y llegar a una junta, clase, conferencia, película? es una invitación al sopor, donde lo único que se desea es al menos un hombro donde babear sabroso.
Hay quien afirma que la longevidad está en proporción claramente equitativa no con las horas de sueño sino con las horas de siesta. Así que señores, manden al diablo todo después de comer, al menos unos quince minutos ni quien note su ausencia y puede ser que además hagan a alguien feliz. ¡Mmhhh!
¿El postre?
¿Un cigarrito?
¿Un café?
¿Un aperitivo?
Nada de eso, una buena comida culmina con una siesta. A pesar de que no admitamos practicar ese ritual olvidado por las prisas, siempre nos estamos durmiendo después de comer a la menor provocación. Algunos corren al estacionamiento de la oficina por algo que se olvido y ahí se echan su “coyotito”, se esconden en el archivo o cualquier lugar que oculte la modorra. Conocí a un cocinero que le gustaba meterse a las cámaras de refrigeración para descansar, -las ideas se calman y me vuelvo más creativo- me decía, y yo lo veía salir rejuvenecido de esa polar terapia.
Parece que es penoso confesar que se toma una siesta. Muchas veces, cuando llamo a alguien por teléfono en horas inconvenientes (3 a 5 p.m.) se nota que estaban dormidos y ya los interrumpí, es algo que nunca aceptan. Creo que esa no aceptación está ligada a una manifiesta holgazanería en un mundo que demanda resultados, y exige más y más actividad.
Yo si tengo oportunidad tomo una siesta, me dejo hundir en la santidad de la fatiga, mis ojos se vuelven análogos a los del gato Garfield, con un deseo de desconectarme del mundo y de las obligaciones. Toda mi energía se va a ese bendito proceso que llamamos digestión.
¿Qué tal comer bien pesado y llegar a una junta, clase, conferencia, película? es una invitación al sopor, donde lo único que se desea es al menos un hombro donde babear sabroso.
Hay quien afirma que la longevidad está en proporción claramente equitativa no con las horas de sueño sino con las horas de siesta. Así que señores, manden al diablo todo después de comer, al menos unos quince minutos ni quien note su ausencia y puede ser que además hagan a alguien feliz. ¡Mmhhh!
5 comentarios:
usted sabe donde esta su camion mientras ud duerme?
Yo me acuerdo cuando llegabas al sofocante salón del 3er semestre en SOGEm y practicamente te acostabas a todo lo largo y ancho del escritorio, envidiaba tu cinismo y desfachatez. A.
Jjajajajaja vaya, pocas personas reivindican la siesta.... pero es taaaan reconfortante
Verdad que si?? si yo siempre he dicho, una pestañita despues de comer..........SABE A GLORIAAA!!!!
Es una lastima no poder hacer la siesta más....deberíamos ser como los Españoles que es casi casi obligación...un chocolate ayuda...
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