una crónica de Ana Luisa Lacorte
Llegué a casa cerca de las 10 de la mañana. Estaba agotada. La desmañanada, un poco de nervios, la expectación y la actividad física me desgastaron. Estaba emocionada y con ganas de contarle a todo el mundo lo que había vivido pero me ganó el sueño. Me dormí al menos 3 horas.
Llegué al centro cerca de las cuatro y media de la mañana. La multitud a esa hora era impresionante. Al avanzar en la fila nos mirábamos todos sonriendo, yo quería ver a quién venía, me imaginaba cómo se vería desnud@, si l@ conocía… Quería entrar ya. Había gente haciendo fila pacientemente, había gente colándose por el pequeño acceso de Madero después de que cerraron la amplia entrada de 16 de septiembre “porque ya se llenó”. Dejamos pasar a los ansiosos compas que empujaban para entrar, no fuera a ser que ya no los dejaran pasar. Después de ellos seguimos entrando con más calma. La ficha de inscripción era el pase obligatorio para entrar, pase firmado por uno en el que cedía todos los derechos de las fotos a Spencer Tunick y nos comprometíamos a no reclamar ni dinero, ni daños ni lesiones si algo nos pasaba. Normal.
Ya adentro, la plancha del Zócalo estaba acordonada y nos pedían sentarnos en el piso en la calle de mercaderes viendo hacia la zona de los portales donde venden joyas. Me senté emocionada inspeccionando a los de alrededor, viendo quién estaba. Me daba pena encontrarme a alguien, afortunadamente, eso no sucedió. Daban las 6 en Catedral y la gente seguía llegando. Llevábamos la menos una hora sentados rugían goyas de miles de chavos al unísono, la clásica ola, en fin, entretenimientos varios que el pueblo se inventaba para amenizar la espera.
6.30 y seguía entrando gente a la que le gritaban “huevones, huevones, huevones, la cita era a las 4.30”. Por el altavoz una chica pedía que nos sentáramos para ver “cuántos hoyos hay” “¡Pus un chingo!” Manteníamos una dinámica divertida con una güera que andaba asomada al balcón de su cuarto de hotel. Desde el “Güera, aunque sea una prima” hasta un bonito ramillete de chiflidos. Ella feliz.
Poco después Tunick se subió a una escalera y tomó el micrófono, respectivos saludos seguido de algunas instrucciones mal traducidas por un chavo nervioso y sin experiencia, (calificativo que parecía aplicar al equipo de Tunick en general). Poco podía él traducirle de vuelta de lo que le gritábamos a Tunick. Los albures son intraducibles.
-No se desvistan hasta que yo les diga
-Hagan plática con los de al lado (“Si ya llevamos dos horas cabrón, ya hasta me invitaron a desayunar”)
-Habrá tres fotos en tres posiciones en la plancha del Zócalo.
-Párense en una de las piedras en el centro.
-Silencio total, no es una manifestación, tómenlo como una celebración interna. (Neeeee)
-Se van a quitar la ropa y la van a dejar en donde están parados, pero hasta que yo lo diga. Hay que ganarle la carrera al sol. Pero todavía falta.
-Habrá una foto sorpresa al final.
Ya estábamos todos listos esperando a que apareciera Don Sol. 7 a.m. y ya casi. Descolgaron una manta gigante con la posición A (parados). Y todos “Aaaahhhhhh” . Pruebas de micrófono “Ehh, ehhh, ehhh” a lo que respondían “A pendejo, A, no E”. Este fue uno de esos momentos en que hubiera querido hacer uso de mi don de la ubicuidad y escuchar todos las bromas de la numerosa concurrencia pero me andaba fallando.
Y desde el alta voz, desde hasta arriba del hotel, Mr. Tunick nos dio la salida como caballos de carrera. “3,2,1 Naked Mexico” Y nadie se hizo del rogar. ¡Pa pronto todo pa fuera! Me quité suéter y blusa de un jalón, ¡uy qué sensación! Nos desvestimos en fracciones de segundos, todos desnudos y aplaudiendo, mirando y no mirando, viendo si faltaba alguien por desnudarse. Y la güera solidaria del balcón, accedió a la bonita petición de “que se encuere, que se encuere” (más aplausos) y por qué no, su amiga también, eso. Todos. Ahora camínele pal zócalo sin correr. No tenía idea cuánta gente había. Era imposible verlos a todos desde un punto no elevado. Lo que sé es que caminé y caminé y caminé y pasé el asta bandera y no había lugares vacíos. Llegamos por fin a un punto más cerca del final y del centro. Ahí nos paramos (el amigo con el que fui y yo). Uy el frío. Ay la emoción. Y desde allá atrás no se escuchaba nada de lo que decían, todo funcionaba pasando la voz. “Dos cuadros para atrás”, “otros tres cuadros para atrás”, “otros dos cuadros más para atrás” “De reversa mami, de reversa mami”.
“Shhhh, brazos a los costados, shhh” Clic! Aplausos numerosos por la primera foto.
Manta 2, posición B, acostados en el piso frío, muy frío mirando al este. “Otra,otra, otra (posición)”. “A cuál este?, a este?” (Risas y al suelo) Este es el segundo momento escalofriante. Más de la mitad de la plancha con la gente acostada, alfombra de piel en el Zócalo. Me quedé parada unos segundos viendo eso, impresionante. Ahí me di cuenta de la cantidad de gente que éramos más los que faltábamos por tendernos. De pronto sólo podía ver el cielo, no se escuchaba nada, me sentía completamente sola, desnuda, en medio del Zócalo, qué momento. Ufffff. De nuevo “shhh, la foto, clic” Aplausos. Nos paramos ya todos más en confianza que nunca. Vi todos los cuerpos del mundo, gente que no le importó su físico, ese que no le llega al de los de las revistas ni de cerca. Penes de todos los tamaños, con y sin vellos, las nalgas más feas del mundo, los senos mas envidiables. Leí en una de las micro reseñas del universal algo así como, “nos recortamos con la vista como si trajéramos ropa” y sí, era inevitable ver, nos veíamos pero no era incómodo. Había una sensación de respeto, solidaridad, buena vibra. De lo que más me llamó la atención fue la pareja de esposos todos tatuados con el peor tatuador de la ciudad. Ella con el escudo del América en la nalga derecha, y el pato Lucas con leyenda de NEZA en la izquierda coronadas por la palabra ANDRES en letras góticas todas en mayúsculas. Él con un mega Cristo penitente en la espalda con un “no me olbides” [sic] y varios más. Cicatrices de todo tipo.
Manta 3, posición C, posición fetal en el piso viendo hacia abajo. Uy cómo cansó esa. Sin mencionar que el asterisco del compañero quedaba justo o muy cerca de la cara de uno, así que procurábamos no mirar, al menos yo. Risas por secciones, algún buen chiste local que envidiaba no escuchar. ¡Apúrale cabrón que ya se me entumieron las piernas! “Shhhh, quietos, no levanten la cabeza, Clic” Párate, desentúmete, quítate la mugre, aplausos.
Siguiente foto, todos a 20 de noviembre. Aquí el desorden era mayor, más por la mala organización del equipo que por la gente que estaba muy dispuesta a cooperar sólo que no se oían bien las instrucciones “Brazo derecho arriba”, “No, no, ahora el izquierdo, no, con el dedo índice, mejor los dos brazos”. Daba la impresión de que el tipo no sabía lo que quería. Igual fue divertido. No faltó quien gritara “que dirijan los encuerados” que estábamos más organizados que ellos.
Dividiendo la experiencia en Lo bueno, Lo malo y lo Feo, prosigo con lo malo.
La última foto, que me sonó a capricho dejó un mal sabor de boca. Nos dividieron a hombres y mujeres. A nosotras nos llevaron hacia la esquina de Pino Suárez. Nos pidieron darle la espalda y recostarnos en el piso nuevamente. En este punto estábamos ya muy cansadas. El Sr. Fotógrafo parecía no ponerse de a cuerdo ni con él mismo y eran mil instrucciones para cambiar de posición, muchas ya hartas se fueron. Las demás no querían ponerse en posición hasta que no alejara a todos los hombres vestidos que se querían acercar a ver. Muchos sacaron sus cámaras y sus celulares para grabarnos. Ya no era lo mismo. Algo se quebró. Nos sentíamos vulnerables y expuestas. La energía femenina era pesada. Ya de vuelta atravesando el zócalo el sol me daba en la espalda y la calidez era acogedora, entre “Sí al aborto, sí al aborto” y “Ni una muerta más” regresábamos al punto de partida.
La cosa terminó por echarse a perder. Lo feo. Los hombres que ya llevaban un rato vestidos habían desacomodado la ropa, por no decir que alguno hasta se la haya robado cosa que no me consta. A ningún miembro del equipo de Tunick se le ocurrió ordenar eso. Muchos tomaron sus bultos y se quedaron al borde de la vaya humana que se hizo entre los mismos miembros para evitar que se acercaran al grupo de mujeres, alzándolos a modo de bandera para que sus parejas los vieran, sólo que entre 10,000 mil personas era un poco difícil encontrar a alguien. Mis cosas las cuidaba mi amigo en el lugar en donde las dejé. En poco rato la mayoría estábamos vestidos mientras una que otra seguía abrazándose a modo de taparse porque no encontraba su ropa o a su pareja con la ropa. Alguno les daba una playera o una chamarra porque era imposible encontrar a alguien, o al menos moverse por aquel espacio siendo la única desnuda. Por supuesto ni quién se hiciera responsable. Otra vez, en acto solidario de los concurrentes, uno de los participantes tomó las bolsas que sobraban y las juntó en un punto, sólo que la chica del fondo no tenía manera de saber que 20 mts. más adelante, había un hombre resguardándola. Lo único que pude hacer fue pasar la voz del la ubicación del hombre a las mujeres que tenían cara de perdidas y que sólo se tapaban con playeras. Lástima del final.
Este hecho como el resto de la falta de organización del equipo, me habla de una cosa, la asistencia se les salió de las manos. No estaban preparados. Había como 8 personas coordinando, o así parecían. Tunick era el único con un megáfono que no se escuchaba ni en las primeras 3 filas. No tenían a nadie con alguna banderola o señal que pudiera alzar para seguirlos. Nada. No hubo registro de la ropa. Sólo un gringo histérico que quería que viéramos al frente.
A ratos parecía que Tunick estaba ahí de sobra, sin saber qué hacer, como un Liliputense queriendo llamar la atención. El ambiente y la calidez de la gente fueron excepcionales. Había una fraternidad como pocas. Bien dice Tunick que él no hace fotos políticas ni tendenciosas, pero me pregunto si ¿sabía que se acababa de aprobar la ley del aborto en México cuando pidió la posición fetal viendo a Catedral? Quizá fueron coincidencias. Quizá el no sabía nada pero el gobierno sí. Quizá no importa. La experiencia fue única y la foto, la foto fue lo de menos.
P.D. Igual esperaré a que me llegue.
Ana Luisa R. Lacorte
Llegué a casa cerca de las 10 de la mañana. Estaba agotada. La desmañanada, un poco de nervios, la expectación y la actividad física me desgastaron. Estaba emocionada y con ganas de contarle a todo el mundo lo que había vivido pero me ganó el sueño. Me dormí al menos 3 horas.
Llegué al centro cerca de las cuatro y media de la mañana. La multitud a esa hora era impresionante. Al avanzar en la fila nos mirábamos todos sonriendo, yo quería ver a quién venía, me imaginaba cómo se vería desnud@, si l@ conocía… Quería entrar ya. Había gente haciendo fila pacientemente, había gente colándose por el pequeño acceso de Madero después de que cerraron la amplia entrada de 16 de septiembre “porque ya se llenó”. Dejamos pasar a los ansiosos compas que empujaban para entrar, no fuera a ser que ya no los dejaran pasar. Después de ellos seguimos entrando con más calma. La ficha de inscripción era el pase obligatorio para entrar, pase firmado por uno en el que cedía todos los derechos de las fotos a Spencer Tunick y nos comprometíamos a no reclamar ni dinero, ni daños ni lesiones si algo nos pasaba. Normal.
Ya adentro, la plancha del Zócalo estaba acordonada y nos pedían sentarnos en el piso en la calle de mercaderes viendo hacia la zona de los portales donde venden joyas. Me senté emocionada inspeccionando a los de alrededor, viendo quién estaba. Me daba pena encontrarme a alguien, afortunadamente, eso no sucedió. Daban las 6 en Catedral y la gente seguía llegando. Llevábamos la menos una hora sentados rugían goyas de miles de chavos al unísono, la clásica ola, en fin, entretenimientos varios que el pueblo se inventaba para amenizar la espera.
6.30 y seguía entrando gente a la que le gritaban “huevones, huevones, huevones, la cita era a las 4.30”. Por el altavoz una chica pedía que nos sentáramos para ver “cuántos hoyos hay” “¡Pus un chingo!” Manteníamos una dinámica divertida con una güera que andaba asomada al balcón de su cuarto de hotel. Desde el “Güera, aunque sea una prima” hasta un bonito ramillete de chiflidos. Ella feliz.
Poco después Tunick se subió a una escalera y tomó el micrófono, respectivos saludos seguido de algunas instrucciones mal traducidas por un chavo nervioso y sin experiencia, (calificativo que parecía aplicar al equipo de Tunick en general). Poco podía él traducirle de vuelta de lo que le gritábamos a Tunick. Los albures son intraducibles.
-No se desvistan hasta que yo les diga
-Hagan plática con los de al lado (“Si ya llevamos dos horas cabrón, ya hasta me invitaron a desayunar”)
-Habrá tres fotos en tres posiciones en la plancha del Zócalo.
-Párense en una de las piedras en el centro.
-Silencio total, no es una manifestación, tómenlo como una celebración interna. (Neeeee)
-Se van a quitar la ropa y la van a dejar en donde están parados, pero hasta que yo lo diga. Hay que ganarle la carrera al sol. Pero todavía falta.
-Habrá una foto sorpresa al final.
Ya estábamos todos listos esperando a que apareciera Don Sol. 7 a.m. y ya casi. Descolgaron una manta gigante con la posición A (parados). Y todos “Aaaahhhhhh” . Pruebas de micrófono “Ehh, ehhh, ehhh” a lo que respondían “A pendejo, A, no E”. Este fue uno de esos momentos en que hubiera querido hacer uso de mi don de la ubicuidad y escuchar todos las bromas de la numerosa concurrencia pero me andaba fallando.
Y desde el alta voz, desde hasta arriba del hotel, Mr. Tunick nos dio la salida como caballos de carrera. “3,2,1 Naked Mexico” Y nadie se hizo del rogar. ¡Pa pronto todo pa fuera! Me quité suéter y blusa de un jalón, ¡uy qué sensación! Nos desvestimos en fracciones de segundos, todos desnudos y aplaudiendo, mirando y no mirando, viendo si faltaba alguien por desnudarse. Y la güera solidaria del balcón, accedió a la bonita petición de “que se encuere, que se encuere” (más aplausos) y por qué no, su amiga también, eso. Todos. Ahora camínele pal zócalo sin correr. No tenía idea cuánta gente había. Era imposible verlos a todos desde un punto no elevado. Lo que sé es que caminé y caminé y caminé y pasé el asta bandera y no había lugares vacíos. Llegamos por fin a un punto más cerca del final y del centro. Ahí nos paramos (el amigo con el que fui y yo). Uy el frío. Ay la emoción. Y desde allá atrás no se escuchaba nada de lo que decían, todo funcionaba pasando la voz. “Dos cuadros para atrás”, “otros tres cuadros para atrás”, “otros dos cuadros más para atrás” “De reversa mami, de reversa mami”.
“Shhhh, brazos a los costados, shhh” Clic! Aplausos numerosos por la primera foto.
Manta 2, posición B, acostados en el piso frío, muy frío mirando al este. “Otra,otra, otra (posición)”. “A cuál este?, a este?” (Risas y al suelo) Este es el segundo momento escalofriante. Más de la mitad de la plancha con la gente acostada, alfombra de piel en el Zócalo. Me quedé parada unos segundos viendo eso, impresionante. Ahí me di cuenta de la cantidad de gente que éramos más los que faltábamos por tendernos. De pronto sólo podía ver el cielo, no se escuchaba nada, me sentía completamente sola, desnuda, en medio del Zócalo, qué momento. Ufffff. De nuevo “shhh, la foto, clic” Aplausos. Nos paramos ya todos más en confianza que nunca. Vi todos los cuerpos del mundo, gente que no le importó su físico, ese que no le llega al de los de las revistas ni de cerca. Penes de todos los tamaños, con y sin vellos, las nalgas más feas del mundo, los senos mas envidiables. Leí en una de las micro reseñas del universal algo así como, “nos recortamos con la vista como si trajéramos ropa” y sí, era inevitable ver, nos veíamos pero no era incómodo. Había una sensación de respeto, solidaridad, buena vibra. De lo que más me llamó la atención fue la pareja de esposos todos tatuados con el peor tatuador de la ciudad. Ella con el escudo del América en la nalga derecha, y el pato Lucas con leyenda de NEZA en la izquierda coronadas por la palabra ANDRES en letras góticas todas en mayúsculas. Él con un mega Cristo penitente en la espalda con un “no me olbides” [sic] y varios más. Cicatrices de todo tipo.
Manta 3, posición C, posición fetal en el piso viendo hacia abajo. Uy cómo cansó esa. Sin mencionar que el asterisco del compañero quedaba justo o muy cerca de la cara de uno, así que procurábamos no mirar, al menos yo. Risas por secciones, algún buen chiste local que envidiaba no escuchar. ¡Apúrale cabrón que ya se me entumieron las piernas! “Shhhh, quietos, no levanten la cabeza, Clic” Párate, desentúmete, quítate la mugre, aplausos.
Siguiente foto, todos a 20 de noviembre. Aquí el desorden era mayor, más por la mala organización del equipo que por la gente que estaba muy dispuesta a cooperar sólo que no se oían bien las instrucciones “Brazo derecho arriba”, “No, no, ahora el izquierdo, no, con el dedo índice, mejor los dos brazos”. Daba la impresión de que el tipo no sabía lo que quería. Igual fue divertido. No faltó quien gritara “que dirijan los encuerados” que estábamos más organizados que ellos.
Dividiendo la experiencia en Lo bueno, Lo malo y lo Feo, prosigo con lo malo.
La última foto, que me sonó a capricho dejó un mal sabor de boca. Nos dividieron a hombres y mujeres. A nosotras nos llevaron hacia la esquina de Pino Suárez. Nos pidieron darle la espalda y recostarnos en el piso nuevamente. En este punto estábamos ya muy cansadas. El Sr. Fotógrafo parecía no ponerse de a cuerdo ni con él mismo y eran mil instrucciones para cambiar de posición, muchas ya hartas se fueron. Las demás no querían ponerse en posición hasta que no alejara a todos los hombres vestidos que se querían acercar a ver. Muchos sacaron sus cámaras y sus celulares para grabarnos. Ya no era lo mismo. Algo se quebró. Nos sentíamos vulnerables y expuestas. La energía femenina era pesada. Ya de vuelta atravesando el zócalo el sol me daba en la espalda y la calidez era acogedora, entre “Sí al aborto, sí al aborto” y “Ni una muerta más” regresábamos al punto de partida.
La cosa terminó por echarse a perder. Lo feo. Los hombres que ya llevaban un rato vestidos habían desacomodado la ropa, por no decir que alguno hasta se la haya robado cosa que no me consta. A ningún miembro del equipo de Tunick se le ocurrió ordenar eso. Muchos tomaron sus bultos y se quedaron al borde de la vaya humana que se hizo entre los mismos miembros para evitar que se acercaran al grupo de mujeres, alzándolos a modo de bandera para que sus parejas los vieran, sólo que entre 10,000 mil personas era un poco difícil encontrar a alguien. Mis cosas las cuidaba mi amigo en el lugar en donde las dejé. En poco rato la mayoría estábamos vestidos mientras una que otra seguía abrazándose a modo de taparse porque no encontraba su ropa o a su pareja con la ropa. Alguno les daba una playera o una chamarra porque era imposible encontrar a alguien, o al menos moverse por aquel espacio siendo la única desnuda. Por supuesto ni quién se hiciera responsable. Otra vez, en acto solidario de los concurrentes, uno de los participantes tomó las bolsas que sobraban y las juntó en un punto, sólo que la chica del fondo no tenía manera de saber que 20 mts. más adelante, había un hombre resguardándola. Lo único que pude hacer fue pasar la voz del la ubicación del hombre a las mujeres que tenían cara de perdidas y que sólo se tapaban con playeras. Lástima del final.
Este hecho como el resto de la falta de organización del equipo, me habla de una cosa, la asistencia se les salió de las manos. No estaban preparados. Había como 8 personas coordinando, o así parecían. Tunick era el único con un megáfono que no se escuchaba ni en las primeras 3 filas. No tenían a nadie con alguna banderola o señal que pudiera alzar para seguirlos. Nada. No hubo registro de la ropa. Sólo un gringo histérico que quería que viéramos al frente.
A ratos parecía que Tunick estaba ahí de sobra, sin saber qué hacer, como un Liliputense queriendo llamar la atención. El ambiente y la calidez de la gente fueron excepcionales. Había una fraternidad como pocas. Bien dice Tunick que él no hace fotos políticas ni tendenciosas, pero me pregunto si ¿sabía que se acababa de aprobar la ley del aborto en México cuando pidió la posición fetal viendo a Catedral? Quizá fueron coincidencias. Quizá el no sabía nada pero el gobierno sí. Quizá no importa. La experiencia fue única y la foto, la foto fue lo de menos.
P.D. Igual esperaré a que me llegue.
Ana Luisa R. Lacorte
32 años
4 comentarios:
Excelente...excelente
Qué gusto me da que fuerás Ana, porque la verdad es una experiencia única (lo creo así), además te va a dar tu foto de esé vato.
Te mando un abrazo desde la tierra, el polvo y el sol. Ah y la feria
ricardo
¡QUÉ BARBAAARA! ¡FELICIDADES!!!
Envidiable tu experiencia, qué ganas de estar ahi.
Seguramente muchos nos nos quedamos con las ganas... Imagino la foto con todos nosotros, llegaría a Chapultépec.
Me encantó tu crónica,gracias y Felicidades otra vez.
me encanta tu blog
saludos
Qué huevos!!!!
Yo, la verdad, es fecha que me pregunto si, de haber estado allá, me hubiera atrevido a encuerarme en pleno Zócalo!!!!
No me queda más que admirar, pero sobre todo, envidiar a quienes sí lo hicieron.
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