"Porque es nuestro existir, porque es nuestro vivir, porque él camina, porque él se mueve, porque él se alegra, porque él ríe, porque él vive: el Alimento"



Códice Florentino, lib,VI, cap.XVII

miércoles, mayo 30, 2007

Eso que hacemos a escondidas


¿Qué van a pedir después de comer?
¿El postre?
¿Un cigarrito?
¿Un café?
¿Un aperitivo?
Nada de eso, una buena comida culmina con una siesta. A pesar de que no admitamos practicar ese ritual olvidado por las prisas, siempre nos estamos durmiendo después de comer a la menor provocación. Algunos corren al estacionamiento de la oficina por algo que se olvido y ahí se echan su “coyotito”, se esconden en el archivo o cualquier lugar que oculte la modorra. Conocí a un cocinero que le gustaba meterse a las cámaras de refrigeración para descansar, -las ideas se calman y me vuelvo más creativo- me decía, y yo lo veía salir rejuvenecido de esa polar terapia.
Parece que es penoso confesar que se toma una siesta. Muchas veces, cuando llamo a alguien por teléfono en horas inconvenientes (3 a 5 p.m.) se nota que estaban dormidos y ya los interrumpí, es algo que nunca aceptan. Creo que esa no aceptación está ligada a una manifiesta holgazanería en un mundo que demanda resultados, y exige más y más actividad.
Yo si tengo oportunidad tomo una siesta, me dejo hundir en la santidad de la fatiga, mis ojos se vuelven análogos a los del gato Garfield, con un deseo de desconectarme del mundo y de las obligaciones. Toda mi energía se va a ese bendito proceso que llamamos digestión.
¿Qué tal comer bien pesado y llegar a una junta, clase, conferencia, película? es una invitación al sopor, donde lo único que se desea es al menos un hombro donde babear sabroso.
Hay quien afirma que la longevidad está en proporción claramente equitativa no con las horas de sueño sino con las horas de siesta. Así que señores, manden al diablo todo después de comer, al menos unos quince minutos ni quien note su ausencia y puede ser que además hagan a alguien feliz. ¡Mmhhh!


domingo, mayo 27, 2007

Florófaga en el Jardín Botánico

Como el mundo no se acabó, o ¿será que ya se acabó y no nos damos cuenta? ¿Será que somos los restos que sobreviven al desastre? Somos la maya que rueda incesantemente. En fin, dejando a un lado meditaciones ociosas que vienen cuando uno se enferma, tengo que decir que haber ido al jardín botánico fue muy grato. Conocí de cerca a la fauna que habita en la reserva ecológica de la UNAM y me enteré que hay murciélagos, cacomixtles, un chorro de tuzas y un animal poco conocido pero muy mentado, el famoso tlacuache, único marsupial mexicano. Aseguraban que sólo los tenían en cautiverio para la exposición y que después los soltarían. El cacomixtle tenía unos ojos muy tiernos, y grandotes, estaba asustadísimo. El más encantador era el tlacuache. Luego vino una degustación de dalias, la flor de México por si no lo saben. Como siempre he sido florófaga, ( he comido crisantemos, gualumbos, flor de garambullo, flor de palma, de sábila, colorines, rosas, caléndulas, lotos, menos flor de nochebuena porque es venenosa) me formé en la cola que había para la degustación. La sorpresa fue que no sólo se comen el pétalo de la flor, también se comen los bulbos de ésta.
Presentaron platillos muy comunes pero guisados con los pétalos y las raíces lo hicieron único.
Así que comimos con estas partes  de la dalia: pasta marinera, ensalada de nopales, verdolagas, calabacitas y elote, chorizo, frijoles, chicharrón y hasta nieve de vainilla con pétalos. El sabor del bulbo de la dalia es muy sutil, por eso combina con todo y tiene la textura del acitrón. La verdad no me imagino cuantas de ellas tuvieron que picar para aderezar cada platillo. Según las personas de la Sociedad Mexicana de la Dalia, refieren que nuestros antepasados las aprovechaban con el mismo fin. El nombre nahuatl de nuestra flor nacional es acocoxochitl.



Este es el verdadero señor Tlacuache





Estos murcielaguitos tenían tanto sueño que se cayó uno mientras dormía
post scriptum: ¿Cuál es la forma correcta? ¿Florófago, florívoro? ¿Alguién me puede sacar de la duda?

jueves, mayo 24, 2007

El mundo se va acabaaaaar!!!!


Si dormir es un largo gemido
son las tortas de lomo embutido
huacamole con pápalo-quelite
tacos sudados de nenepile
que no debí ponerles tanto chile.

De noche padezco los excesos
con antojos obsesos funestos
si me atrevo a gritar doy espanto
hasta en el sueño me sale el llanto
de mis tripas suena triste canto

Jardines Botánicos


Este sábado 27 es el día nacional de los Jardines Botánicos y en el de la UNAM habrá muchas actividades muy interesantes para todos gustos y colores. No se necesita saber de plantas para ir y disfrutar, es más, uno va a aprender y a divertirse.
Habrá talleres ( de bonsais, cactáceas y para los chamacos que vayan aprendan a no destrozar las plantas), película (la famosísima "Una verdad inconveniente" del ex-vice presidente gringo...muy buena, la recomienda la bióloga de banqueta), juegos (como la lotería de quelites eeeeeeeeeh, que tal...jajaja), un conciertazo de música de cuerdas, muestras gastronómicas, venta de plantitas y demás chucherías.
¡¡¡vayan!!! aquí les dejo el link para que vean el programa, es a partir de las 10 de la mañana. http://www.unam.mx/nacional.html

¿Cómo llegar? Van al metro universidad, caminan hacia la parada de lo camiones PUMAS de la UNAM, y se suben en el de la RUTA 4. Ahí le dicen al chofer que los baje en el jardín botánico.

lunes, mayo 21, 2007

¿Cómo se atreven?

¿Cómo qué está permitido para consumo humano comer carne de cocodrilo? No frieguen pinches chinos, ahora resulta que es todo un manjar. Dicen que el costo es de 50 dólares el kilo y las patas que es lo más apreciado de él están a 40 dólares cada una.
Yo juro y perjuro que lo que nunca me atrevería a comer un hermoso cocodrilito, tan tiernos, tan húmedos, pequeños dinosaurios del siglo de las máquinas, personajes tan útiles para comerse perros en mis cuentos.
Eso sí, zapatos de piel de perro con gusto los usaría, pero cocodrilo nunca.
Mucho cuidadito con comer uno de éstos porque yo voy a formar una Sociedad Protectora de Cocodrilos.

jueves, mayo 17, 2007

Ándale, nomás una probadita

¿Quién no sucumbe ante esta proposición? El antojo de una probadita, el pequeño "piquetito", "nomás tantito" ¿Hasta dónde nos lleva un deseo por saciar?
Sólo un poco, no te va a hacer daño, ¿a poco estás a dieta? Un día del año, total, no haces esto todos los días.
Y heme aquí, con la imagen de dos pequeñísimas mujeres que me soplan al oido, una cautivante que se esfuerza por agradar y seducir, y otra que es toda virtud, continencia y frugalidad. La libertina me agrada, su sed me identifica más con ella. Aunque la moderada me augura una vida menos complicada, más saludable.
De esas probaditas condescendientes, (sí hombre ya digámoslo) por el cuerpo y por los alimentos, al hacer memoria sólo podemos concluir dos cosas, que nos llevó a los límites de un carnaval delirante, o en el peor de los casos al hartazgo. Dichosos aquellos que viven libres de antojos, hambre y de deseo porque de ellos será el reino del aburrimiento...y de la talla 0.

domingo, mayo 13, 2007

Frió coloquio de tres


–¿En que la ayudo?
–Sácate unos limones del refrí
–¿Te has fijado que conoces a la gente por lo que tienes en el refri?
–Sí, por eso mi mamá me dice que no le gusta abrir el refrigerador de mi abuela, porque lo tiene hecho un mugrero.
–Pues tu sección de la Sociedad de los Quesos Muertos no es muy agradable que digamos
–Cálmate, tanto trabajar con las bacterias lácticas que miras al microscopio ya crees que mi refri es una de tus cepas.
– Dame chance de sacar un mole negro hecho piedra que nos vamos a comer con pechugas bachoco.
–Mi mamá dice que el refrigerador es el cementerio de la comida.
–Como yo no cocino lo tengo lleno de yogurt y cervezas, ahh y creo que uno que otro jamón viejo. ­–En mi congelador tengo dos pavos, uno del año pasado y otro del antepasado, ¿Se interesa por ellos?
­–Yo en el congelador metí mis últimos cinco medallones de carne de jabalí.
–¡Jabalí! Pobre Pumba, ¿qué aberración?
–Es tan rico y jugoso, además tiene menos colesterol que una pechuga de pollo bachoco amarillo bilioso que nos vamos a comer.
–Tú refrigerador es como una mujer misteriosa.

viernes, mayo 11, 2007

Cine de autor

A partir de mañana 12 de mayo comienza en el Cinematógrafo del Chopo un ciclo de películas dedicado al danés Lars Von Trier, uno de mis directores favoritos que adora el cine y detesta a la humanidad. Con películas cómo: El elemento del crimen, Europa, Rompiendo las Olas, Bailando en la oscuridad, Dogville, Calles Peligrosas y otras que programarán hasta junio. El teléfono del cinematófrafo es 55 35 04 47. Allá los veo.

miércoles, mayo 09, 2007

Algo para regalar

Pues no, la verdad es que a mi no me molesta que me regalen una olla o una licuadora en un 10 de mayo, ni una lavadora, benditas sean. Mi gente me regala (cuando me regala) perfumes, o un vestido, o florecitas, que porque no quieren ser groseros con cosas tan terrenales y vulgares, yaaaa.
Bueno aquí les doy dos tips poco comunes para regalar a las mamis, regalos que me encataría tener.

1ero. Un cinturón para cargar con los chupes a donde quiera que uno vaya, viene hasta con su cartuchera de caballitos de tequila, hielo y destapador de botellas, cabe añadir que uno se vuelve altamente cotizada en una fiesta con un cinturón de estos.



2°. Un asador portátil con bocinas de 10w con conexión de MP3 para escuchar música mientras se preparan los manjares a las brasas.


La identidad es una máscara


Ciego de tanto mirar
ignorante de tanto saber
insaciable de tanto coger
hambriento de tanto comer

Nunca tuvo tan poco
como cuando sebó sus sentidos

lunes, mayo 07, 2007

En sus marcas, listos, ¡encuérense!

En sus marcas, listos, ¡encuérense!

una crónica de Ana Luisa Lacorte


Llegué a casa cerca de las 10 de la mañana. Estaba agotada. La desmañanada, un poco de nervios, la expectación y la actividad física me desgastaron. Estaba emocionada y con ganas de contarle a todo el mundo lo que había vivido pero me ganó el sueño. Me dormí al menos 3 horas.

Llegué al centro cerca de las cuatro y media de la mañana. La multitud a esa hora era impresionante. Al avanzar en la fila nos mirábamos todos sonriendo, yo quería ver a quién venía, me imaginaba cómo se vería desnud@, si l@ conocía… Quería entrar ya. Había gente haciendo fila pacientemente, había gente colándose por el pequeño acceso de Madero después de que cerraron la amplia entrada de 16 de septiembre “porque ya se llenó”. Dejamos pasar a los ansiosos compas que empujaban para entrar, no fuera a ser que ya no los dejaran pasar. Después de ellos seguimos entrando con más calma. La ficha de inscripción era el pase obligatorio para entrar, pase firmado por uno en el que cedía todos los derechos de las fotos a Spencer Tunick y nos comprometíamos a no reclamar ni dinero, ni daños ni lesiones si algo nos pasaba. Normal.

Ya adentro, la plancha del Zócalo estaba acordonada y nos pedían sentarnos en el piso en la calle de mercaderes viendo hacia la zona de los portales donde venden joyas. Me senté emocionada inspeccionando a los de alrededor, viendo quién estaba. Me daba pena encontrarme a alguien, afortunadamente, eso no sucedió. Daban las 6 en Catedral y la gente seguía llegando. Llevábamos la menos una hora sentados rugían goyas de miles de chavos al unísono, la clásica ola, en fin, entretenimientos varios que el pueblo se inventaba para amenizar la espera.
6.30 y seguía entrando gente a la que le gritaban “huevones, huevones, huevones, la cita era a las 4.30”. Por el altavoz una chica pedía que nos sentáramos para ver “cuántos hoyos hay” “¡Pus un chingo!” Manteníamos una dinámica divertida con una güera que andaba asomada al balcón de su cuarto de hotel. Desde el “Güera, aunque sea una prima” hasta un bonito ramillete de chiflidos. Ella feliz.

Poco después Tunick se subió a una escalera y tomó el micrófono, respectivos saludos seguido de algunas instrucciones mal traducidas por un chavo nervioso y sin experiencia, (calificativo que parecía aplicar al equipo de Tunick en general). Poco podía él traducirle de vuelta de lo que le gritábamos a Tunick. Los albures son intraducibles.
-No se desvistan hasta que yo les diga
-Hagan plática con los de al lado (“Si ya llevamos dos horas cabrón, ya hasta me invitaron a desayunar”)
-Habrá tres fotos en tres posiciones en la plancha del Zócalo.
-Párense en una de las piedras en el centro.
-Silencio total, no es una manifestación, tómenlo como una celebración interna. (Neeeee)
-Se van a quitar la ropa y la van a dejar en donde están parados, pero hasta que yo lo diga. Hay que ganarle la carrera al sol. Pero todavía falta.
-Habrá una foto sorpresa al final.

Ya estábamos todos listos esperando a que apareciera Don Sol. 7 a.m. y ya casi. Descolgaron una manta gigante con la posición A (parados). Y todos “Aaaahhhhhh” . Pruebas de micrófono “Ehh, ehhh, ehhh” a lo que respondían “A pendejo, A, no E”. Este fue uno de esos momentos en que hubiera querido hacer uso de mi don de la ubicuidad y escuchar todos las bromas de la numerosa concurrencia pero me andaba fallando.

Y desde el alta voz, desde hasta arriba del hotel, Mr. Tunick nos dio la salida como caballos de carrera. “3,2,1 Naked Mexico” Y nadie se hizo del rogar. ¡Pa pronto todo pa fuera! Me quité suéter y blusa de un jalón, ¡uy qué sensación! Nos desvestimos en fracciones de segundos, todos desnudos y aplaudiendo, mirando y no mirando, viendo si faltaba alguien por desnudarse. Y la güera solidaria del balcón, accedió a la bonita petición de “que se encuere, que se encuere” (más aplausos) y por qué no, su amiga también, eso. Todos. Ahora camínele pal zócalo sin correr. No tenía idea cuánta gente había. Era imposible verlos a todos desde un punto no elevado. Lo que sé es que caminé y caminé y caminé y pasé el asta bandera y no había lugares vacíos. Llegamos por fin a un punto más cerca del final y del centro. Ahí nos paramos (el amigo con el que fui y yo). Uy el frío. Ay la emoción. Y desde allá atrás no se escuchaba nada de lo que decían, todo funcionaba pasando la voz. “Dos cuadros para atrás”, “otros tres cuadros para atrás”, “otros dos cuadros más para atrás” “De reversa mami, de reversa mami”.
“Shhhh, brazos a los costados, shhh” Clic! Aplausos numerosos por la primera foto.

Manta 2, posición B, acostados en el piso frío, muy frío mirando al este. “Otra,otra, otra (posición)”. “A cuál este?, a este?” (Risas y al suelo) Este es el segundo momento escalofriante. Más de la mitad de la plancha con la gente acostada, alfombra de piel en el Zócalo. Me quedé parada unos segundos viendo eso, impresionante. Ahí me di cuenta de la cantidad de gente que éramos más los que faltábamos por tendernos. De pronto sólo podía ver el cielo, no se escuchaba nada, me sentía completamente sola, desnuda, en medio del Zócalo, qué momento. Ufffff. De nuevo “shhh, la foto, clic” Aplausos. Nos paramos ya todos más en confianza que nunca. Vi todos los cuerpos del mundo, gente que no le importó su físico, ese que no le llega al de los de las revistas ni de cerca. Penes de todos los tamaños, con y sin vellos, las nalgas más feas del mundo, los senos mas envidiables. Leí en una de las micro reseñas del universal algo así como, “nos recortamos con la vista como si trajéramos ropa” y sí, era inevitable ver, nos veíamos pero no era incómodo. Había una sensación de respeto, solidaridad, buena vibra. De lo que más me llamó la atención fue la pareja de esposos todos tatuados con el peor tatuador de la ciudad. Ella con el escudo del América en la nalga derecha, y el pato Lucas con leyenda de NEZA en la izquierda coronadas por la palabra ANDRES en letras góticas todas en mayúsculas. Él con un mega Cristo penitente en la espalda con un “no me olbides” [sic] y varios más. Cicatrices de todo tipo.

Manta 3, posición C, posición fetal en el piso viendo hacia abajo. Uy cómo cansó esa. Sin mencionar que el asterisco del compañero quedaba justo o muy cerca de la cara de uno, así que procurábamos no mirar, al menos yo. Risas por secciones, algún buen chiste local que envidiaba no escuchar. ¡Apúrale cabrón que ya se me entumieron las piernas! “Shhhh, quietos, no levanten la cabeza, Clic” Párate, desentúmete, quítate la mugre, aplausos.

Siguiente foto, todos a 20 de noviembre. Aquí el desorden era mayor, más por la mala organización del equipo que por la gente que estaba muy dispuesta a cooperar sólo que no se oían bien las instrucciones “Brazo derecho arriba”, “No, no, ahora el izquierdo, no, con el dedo índice, mejor los dos brazos”. Daba la impresión de que el tipo no sabía lo que quería. Igual fue divertido. No faltó quien gritara “que dirijan los encuerados” que estábamos más organizados que ellos.

Dividiendo la experiencia en Lo bueno, Lo malo y lo Feo, prosigo con lo malo.

La última foto, que me sonó a capricho dejó un mal sabor de boca. Nos dividieron a hombres y mujeres. A nosotras nos llevaron hacia la esquina de Pino Suárez. Nos pidieron darle la espalda y recostarnos en el piso nuevamente. En este punto estábamos ya muy cansadas. El Sr. Fotógrafo parecía no ponerse de a cuerdo ni con él mismo y eran mil instrucciones para cambiar de posición, muchas ya hartas se fueron. Las demás no querían ponerse en posición hasta que no alejara a todos los hombres vestidos que se querían acercar a ver. Muchos sacaron sus cámaras y sus celulares para grabarnos. Ya no era lo mismo. Algo se quebró. Nos sentíamos vulnerables y expuestas. La energía femenina era pesada. Ya de vuelta atravesando el zócalo el sol me daba en la espalda y la calidez era acogedora, entre “Sí al aborto, sí al aborto” y “Ni una muerta más” regresábamos al punto de partida.

La cosa terminó por echarse a perder. Lo feo. Los hombres que ya llevaban un rato vestidos habían desacomodado la ropa, por no decir que alguno hasta se la haya robado cosa que no me consta. A ningún miembro del equipo de Tunick se le ocurrió ordenar eso. Muchos tomaron sus bultos y se quedaron al borde de la vaya humana que se hizo entre los mismos miembros para evitar que se acercaran al grupo de mujeres, alzándolos a modo de bandera para que sus parejas los vieran, sólo que entre 10,000 mil personas era un poco difícil encontrar a alguien. Mis cosas las cuidaba mi amigo en el lugar en donde las dejé. En poco rato la mayoría estábamos vestidos mientras una que otra seguía abrazándose a modo de taparse porque no encontraba su ropa o a su pareja con la ropa. Alguno les daba una playera o una chamarra porque era imposible encontrar a alguien, o al menos moverse por aquel espacio siendo la única desnuda. Por supuesto ni quién se hiciera responsable. Otra vez, en acto solidario de los concurrentes, uno de los participantes tomó las bolsas que sobraban y las juntó en un punto, sólo que la chica del fondo no tenía manera de saber que 20 mts. más adelante, había un hombre resguardándola. Lo único que pude hacer fue pasar la voz del la ubicación del hombre a las mujeres que tenían cara de perdidas y que sólo se tapaban con playeras. Lástima del final.

Este hecho como el resto de la falta de organización del equipo, me habla de una cosa, la asistencia se les salió de las manos. No estaban preparados. Había como 8 personas coordinando, o así parecían. Tunick era el único con un megáfono que no se escuchaba ni en las primeras 3 filas. No tenían a nadie con alguna banderola o señal que pudiera alzar para seguirlos. Nada. No hubo registro de la ropa. Sólo un gringo histérico que quería que viéramos al frente.

A ratos parecía que Tunick estaba ahí de sobra, sin saber qué hacer, como un Liliputense queriendo llamar la atención. El ambiente y la calidez de la gente fueron excepcionales. Había una fraternidad como pocas. Bien dice Tunick que él no hace fotos políticas ni tendenciosas, pero me pregunto si ¿sabía que se acababa de aprobar la ley del aborto en México cuando pidió la posición fetal viendo a Catedral? Quizá fueron coincidencias. Quizá el no sabía nada pero el gobierno sí. Quizá no importa. La experiencia fue única y la foto, la foto fue lo de menos.

P.D. Igual esperaré a que me llegue.


Ana Luisa R. Lacorte


32 años

domingo, mayo 06, 2007

Un jardín de ensueño

Hace ocho días hicimos un viaje a la Sierra Gorda de Querétaro, impresionantes montañas y cañones con una gran variedad de climas, que va del seco desierto, pasando por un clima templado, luego bosques de pino, y así bajar y bajar la carretera hasta un clima de bosque tropical, típico de la huasteca. No en balde a sido declarado Reserva de la Biosfera. Otro de sus atractivos son las cinco misiones fransiscanas fundadas en el siglo XVII. Disfrutamos muchísimo el viaje a pesar de los tres días de recorrido veloz por ella. Pero nuestro principal interés era llegar hasta Las Pozas en Xilitla, S.L.P. y conocer el jardín surrealista del escocés Edward James. Aquí dejo las fotos, no quiero llenar con palabras inútiles para describir todo lo que vimos, es más ni de la comida típica de la huasteca potosina voy hablar hoy, sólo quería subir las fotos.











Esta foto la tomé en el museo de Edward James en la ciudad de Xilitla, ahí tienen varios de los moldes que utilizó para hacer las esculturas de su jardín en las Pozas.






sábado, mayo 05, 2007

Solidaridad entre mujeres

Ayer en una reunión con amigos confesé cuanto tiempo me pasé pegada a una chichi. También hablé sobre la falta de experiencia cuando di pecho por primera vez. Pezones invertidos e hija floja para jalarlos, yo no sabía que había que estimularlos en el embarazo, eso sí , la consulta mes con mes con el ginecólogo no podía faltar, pero los médicos ni te dicen lo importante y si te dicen lo que ya sabes. Comencé por darle fórmula láctea a la chamaquita porque no se llenaba y yo con las tetas como melones por primera vez en mi vida. Cabe decir que a mi hija le daban unos cólicos con retortijones con esa fórmula, se encogía como arañita peluda, así me la pasé como 3 semanas horribles hasta que una amiga me regaló un libro: Por favor amamante a su bebe, no sé si se consiga todavía. Este fue el primer y único libro de autoayuda que no se me cayó de las manos.

El libro hablaba de los cuidados que había que tener durante el embarazo y durante toda la lactancia. Tambíen hablaba de lo importante que era la solidaridad para pertenecer en la liga de la leche. Qué no es un sindicato ni tienes que andar vestida de lechera, es tener un poco de conciencia y generosidad para compartir lo que en ese momento a ti te sobra y posiblemente a otro ser humano le haga falta. Amé ese libro y sus consejos, las fórmulas las aventé a la basura y comencé a darle de comer a mi hija en todo momento que lo demandara, mandando al diablo las recomendaciones que daba el pediatra. El resultado fue que el estímulo hizo que aumentara la cantidad de leche, y la chamaquita quedara satisfecha ahora sí por cuatro horas. No era necesario nada de atoles, ni polvos de la madre Matiana para incrementar la leche.

Ya lo dice el género animal al que pertenecemos, somos mamíferos, y ese es el mejor alimento, ni quien lo ponga en duda. Gracias a esa generosidad por compartir la leche, mi sobrina sobrevivió al nacer ochomesina. Mi amiga que traía a su bebé anoche me contaba que compartía su leche con sus sobrinos y luego les dejaba sus bolsitas de lechita en el congelador para cuando ya no estuviera. Eso si es cariño fraterno, no mamaditas.

miércoles, mayo 02, 2007

Al mercado y con libro



Desde que entré a la SOGEM dejé de comprar libros de cocina porque había que comprar otros de literatura, además de que no tenía tiempo para disfrutarlos y resultaban un lujo que no podía darme en ese momento. Durante esos dos años pasaba como autómata cerca de ellos, de repente los veía y me hacían un guiño seductor, los miraba, me dejaba atrapar por sus fotos, sus recetas, hasta de su olor me deleitaba porque huelen diferente, pero finalmente no me comprometía y me apartaba de ellos como si tuvieran roña. Hace una semana fui a una libreria ex profeso a buscar alguno que fuera lo suficientemente atrayente, encontré algunos buenos, otros no tanto y el famoso libro que buscaba nunca me acordé ni de su nombre, ni de su autor, así como ni idea de dónde dejé la nota con sus datos.


Estuve a punto de irme con las manos vacías hasta que encontré un libro muy especial. Por fin a alguien se le ocurrió hacer un libro de un mercado, y qué mejor que el mercado de San Juan, uno de los mejores de esta megalópolis.


El libro menciona la importancia de los mercados en México desde la época prehispánica, con sus tiangüis y plazas principales, recorre los mercados capitalinos del México virreinal, hasta llegar a la historia de lo que fue la construcción de San Juan como actualmente lo conocemos, ya que tuvo diversos aspectos pero siempre establecido en el mismo rumbo.


El mercado de San Juan es conocido por los productos selectos que ahí se expenden, sobrevive entre la proliferación de tiendas de delicatessen que abundan en el sur de la ciudad, Santa Fe, Polanco, Satelucos y anexas, y todos aquellos supers con nombre gringo. Claro, ¿quién quiere trasladarse hasta el centro de la ciudad, con la Secretaría de Gobernación cerca de allí y no encontrar dónde dejar el carro? Pero, afortunadamente hay quienes a pesar de los inconvenientes vamos por tradición y por gusto. Además de que ahí se vende mucho mejor pescado que en la Nueva Viga.


Volviendo al libro, debo decir que me pareció entrañable y singular, porque vienen las entrevistas con quienes dan vida al mercado: sus locatarios. Es un gusto abrir el libro y encontrarme con las fotos de mis marchantes y el porque de su vida de comerciantes, está la señora a la que le compro los hongos de temporada, el señor de la Jersey, al que antes le dediqué un post en este espacio. Mis hábiles pescaderos que hacen unos cortes de super lujo, un señor muy coqueto y guapo que vende quesos de cabra con ceniza, no podían faltar los que venden abarrotes de productos orientales, los que venden aves, armadillos, de demás bichos raros, los carniceros con sus secciones de lechón, cabrito, carnero, ternera. Los alegres fruteros, verduleros y hasta yerberos. Lo bueno es que cada uno aporta una receta favorita de acuerdo a su ramo y hasta vienen con foto por si ustedes son los que necesitan una foto para animarse a preparar el platillo. El libro incluye también a cinco reconocidos chefs que van de compras a San Juan y comparten sus recetas, y vaya que se ven bien suculentas.
Los textos son de don José Iturriaga y las fotos de David Chavolla, lo único que no me gustó del libro es que está hecho por la pecsi, ajá sí, ¿qué no lo pudo haber hecho La Jarritos, o la Pascual o cualquier otra embotelladora mexicana que sobreviva a estas trasnacionales.
Del Mercado a la Mesa
el mercado de San Juan
Edit. Landucci
México, 2005